El jamón: algunas claves de conservación

Los amantes del jamón saben bien que un producto de esas características conlleva un cuidado y un mimo acordes a las sensaciones que es capaz de transmitir. La excelencia en los efectos de sabor, aroma y textura son tal cosa, en parte, y más allá de la procedencia, a variables muy relacionadas con el tratamiento diario que el consumidor dispensa a la pieza en sí. En este sentido, destacan aspectos como la importancia de la funda o todo lo relativo a la manera de conservar el jamón una vez empezado.





La funda, un accesorio que no puede obviarse

La funda de una pieza de jamón es una herramienta esencial a la hora de llevar a cabo una adecuada exhibición de la misma, además de ser muy útil para que se mantenga en buen estado. Para todo ello es primordial que los materiales que la componen sean de la máxima calidad. De esta forma, contaremos con la certeza de estar manteniendo el jamón bajo la integridad de su fragancia y sabor.

Ahora, bien, llegados a este punto, cabe delimitar cuáles son los aspectos que hay que sopesar a la hora de elegir una buena funda. Así, son importantes los componentes que pueden transpirar, los tejidos como el algodón y el poliéster, que tenga un buen nivel de resistencia, que sea limpia y que incorpore una bonita estética. Además de todo esto, para obtener una conservación pertinente será necesario situar el jamón en un espacio seco, fresco y con buena ventilación.

Una vez que la pieza de jamón permanezca cubierta por la funda seleccionada hay que cerciorarse de que ésta le deje oxigenarse para que el aire entrante y saliente impida el exceso de humedad. Un ejemplo de funda que permite hacer este juego de ventilación son aquellas que están hechas a base de poros diminutos que facilitan mucho esta tarea.

De forma paralela a los beneficios que una funda es capaz de provocar en el jamón, ésta enriquece de igual modo el aspecto de la pieza, dotándola de una apariencia mucho más atractiva, como ciertamente corresponde.

Envolver una pieza de jamón conduce siempre a una presentación estética más apropiada, aportando así distinción y elegancia.

Clases de fundas

Precisamente, cuando nos referimos a la apariencia estética como signo de distinción estamos dirigiendo la mirada a un modelo de funda denominado Gourmet, ideada para aquello que desean dejar una buena impresión. Se trata de una funda que incluso admite personalización, algo que contribuye mucho con el hecho de trasladar la impronta de uno al objeto en sí.

Otra de estas fundas para guardar tu jamón que uno necesita si pretende destacar las bondades de su pieza de jamón es la conocida comúnmente como funda especial. Estamos ante un tipo de funda que está tejida a base de algodón y poliéster, y que además tiene un efecto espejo en la rotulación. Es posible encontrarla en varias tonalidades de color.

Por su parte, los viajeros también tiene su propia funda disponible, y es que existe en el mercado otra clase que lleva consigo unas asas que permiten el desplazamiento con el jamón, aportando así la capacidad de transporte y ligereza necesarias para ir de un sitio a otro.

La conservación del jamón cuando está empezado

Continuando con esta línea de cuidados imprescindibles para una pieza de jamón, nos centramos ahora en el hecho de conservar adecuadamente el jamón una vez que está empezado. Trazar aquí un procedimiento de actuación es vital para lograr nuestro objetivo.

Antes de seguir adelante con los puntos clave que integran dicho procedimiento, hay que tener claro a la hora de la limpieza del jamón que es necesario guardar la grasa de la parte que lo envuelve y que le retiramos a la pieza. Se trata de una grasa que no es comestible y que es preciso retirar. Concretamente, es la capa grasienta situada entre la envoltura amarilla y el magro. Ahora, los consejos para conservar tu pieza de jamón:

El método de conservación consta principalmente de tres partes que a continuación iremos desgranando poco a poco hasta completar todos los pasos.

En primer lugar, hay que construir una capa con la grasa de la pieza de jamón. Para ello, se reúne toda la grasa blanquecina y se esparce por toda la base de corte y por los espacios que previamente han sido limpiados, poniendo un especial énfasis en los músculos. Esta capa contribuye a mantener la pieza a salvo de la deshidratación.

En segundo lugar, llega el turno de tapar el jamón. Este punto plantea dos posibilidades, dependiendo de si se va a consumir la pieza como máximo en un par de días o si por el contrario está previsto que el consumo se prolongue más en el tiempo.

Para el consumo inmediato bastará con envolver el jamón con papel film, aprovechando que la capa de grasa creada previamente va a funcionar como fijador para que el papel se adapte a la pieza y la preserve. Se trata de una técnica que es eficaz, pero que alberga una desventaja. Y es que el jamón está en continua vida, lanzando fuera toda la humedad que pueda alojarse dentro, por lo que el film actuaría como muro infranqueable, provocando así la aparición de moho.

En el caso de que el consumo esté planeado para durar más de 48 horas, lo aconsejable es tapar el jamón, una vez aplicada la capa de grasa, con un trapo oscuro, ya que es mejor que la luz no acceda al interior de la pieza para evitar así el óxido. Con este modo de cubrir se conseguiría de igual modo mantenerla fuera de la acción de los insectos.

Finalmente, llega el momento de proseguir con el corte. Aquí tan sólo bastaría con retirar el paño o el papel film, dependiendo de la opción elegida, y luego volver untar la grasa sobre la zona de corte. Tras esto, la pieza volvería a estar disponible para ser nuevamente cortada.

En definitiva, estamos ante una serie de consejos muy recomendables cuando la pretensión del usuario pasa por conseguir el mejor estado de conservación.

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