La flora intestinal dañada, un problema que crece en el siglo XXI

La flora intestinal se ve perjudicada por numerosos motivos, entre los que se encuentran algunos que son consecuencia del ritmo de vida actual. Una dieta poco saludable, rica en grasas saturadas, el consumo de tabaco o antibióticos u otros medicamentos son algunas de las causas que alteran el ritmo intestinal, dando lugar a una flora intestinal dañada. No obstante, hay formas de mantener la microbiota saludable fácilmente.





El sistema digestivo, tal y como afirma la Fundación Española del Aparato Digestivo (FEAD), juega un papel esencial en la salud general del organismo que va mucho más allá de aspectos relacionados directamente con la digestión. En este sentido, una flora intestinal dañada puede dar lugar a problemas de obesidad, enfermedades autoinmunes como la enfermedad de Crohn y la esclerosis múltiple, o enfermedades cardíacas, por citar sólo los ejemplos más comunes y conocidos.

¿Qué es la flora intestinal?

Antes de seguir, es importante conocer a qué hace referencia el término de flora intestinal o microbiota. Se denomina así a un conjunto de microorganismos que viven en perfecta simbiosis en el interior del intestino. Está compuesta por unos cien billones de bacterias útiles y beneficiosas, una cifra que es diez veces superior al número de células que componen el cuerpo humano, existiendo entre quinientas y mil especies diferentes. De todas, el 95% vive en el colón.

Su conjunto llega a pesar hasta dos kilos y realiza funciones esenciales dentro del organismo, de hecho, la calidad y la esperanza de vida sin ella sería mucho más baja, e incluso se vería comprometida la existencia. Se trata de una de las herramientas de defensa del cuerpo más eficaces que posee el ser humano, cumpliendo un papel esencial dentro del sistema inmunitario.

Síntomas de una flora intestinal dañada

flora intestinal dañada

Una flora intestinal que no funciona como debe provoca dificultades en el organismo que le impide defenderse de infecciones y ataques de virus o bacterias, por lo que es frecuente que surjan enfermedades.

Estas son algunas señales que indica que la microbiota está dañada: hinchazón abdominal, eructos, gases, flatulencias, estreñimiento, heces con olor muy desagradable, cólicos intestinales, lengua blanca, diarrea frecuente, intolerancias alimentarias, síndrome de colon irritable, dolor en las articulaciones, incremento de las infecciones, problemas digestivos e intestinales…

Malos hábitos que dañan la flora intestinal

Este sistema es muy frágil y se altera por factores intrínsecos y extrínsecos. En relación con los factores intrínsecos, poco se puede hacer, y cabe destacar la herencia hereditaria, el envejecimiento y la composición de la propia flora intestinal de cada ser humano. Para reducir sus efectos es importante optar por un estilo de vida saludable (alimentación variada, evitar ultra-procesados y grasas saturadas, ser constate con el deporte, descansar las horas necesarias, evitar el estrés…) que ayude a mantener en equilibrio la microbiota y evite, lo máximo posible, alteraciones de la misma.

No obstante, los factores extrínsecos son, en muchas ocasiones, los verdaderos responsables de los fallos en el funcionamiento del microbiota y esos sí son controlables. Entre ellos, los más comunes son una alimentación inapropiada, con un bajo aporte de fibra, el consumo frecuente de medicamentos y hábitos de vida poco saludables, como la ingesta habitual de alcohol y tabaco, un estilo de vida sedentario, el estrés y la falta de sueño.

Buenos hábitos para recuperar la microbiota

Cambiar los hábitos alimenticios negativos es algo esencial que hay que hacer para mantener una buena flora intestinal en el tiempo. No obstante, para recuperarla cuando está desequilibrada o alterada, en ocasiones, hay que recurrir a medicamentos para la flora intestinal dañada. Un ejemplo de ello son los probióticos naturales o suplementos con probióticos, se trata de una de las mejores opciones para restablecerla de nuevo.

La alimentación

Los prebióticos sirven de alimento para las bacterias buenas y ayudan a la aparición de lactobacilos y bifidobacterias en el colon. Los probióticos, en cambio, son organismos vivos para repoblar la flora. Se pueden encontrar prebióticos de forma natural en plátanos, alcachofas, tomates, trigo integral, cebollas o puerros. Los probióticos forman parte de productos fermentados, como el kéfir de leche o los yogures naturales.

Sin embargo, en el día a día, lo más importante es llevar una alimentación variada en la que estén presentes las frutas, las verduras, las semillas y las legumbres. Así mismo, se hace necesario llevar un estilo de vida saludable para recuperar la microbiota y mantenerla en buen estado, de manera que mejore el estado general de la salud.

Ejercicio físico y buenas costumbres

Además de una dieta sana y equilibrada, hay que realizar actividad física con regularidad y evitar malos hábitos, como comer rápido o no beber agua en cantidades suficientes. Se debe evitar el consumo de alcohol y tabaco y, en la medida de los posible, llevar una vida más relajada.

Practicar yoga y meditación, masticar despacio, incorporar alimentos prebióticos y probióticos a la dieta son prácticas muy saludables en relación a la calidad de la flora intestinal.

Para terminar, aquellos lectores que quieran ampliar información sobre la flora intestinal, cómo reconocer una flora dañada, recuperar su equilibrio u otros temas relacionados con la salud, os recomendamos visitar el blog Tu Equilibrio y Bienestar. En esta página se pueden encontrar consejos y cuidados para la salud redactados por profesionales sanitarios, tales como médicos, farmacéuticos…, por lo que todos los datos que allí se encuentran están avalados por estos expertos y son completamente fiables.

En este sentido, cabe señalar que hay que contar siempre con webs de confianza en las que buscar información de calidad sobre temas relacionados con la salud. No son pocas que son escritas por redactores no expertos en la materia, por lo que la calidad de su contenido es bastante cuestionable, pudiendo empeorar una enfermedad.

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