Más allá del solipsismo: Desafiando la idea de que somos la única conciencia

No cabe duda de que cada individuo vive una experiencia única y particular del mundo, una lente a través de la cual percibimos todo lo demás, desde las personas hasta los conceptos. ¿Cómo puedo estar seguro, entonces, de que no soy la única entidad consciente en el universo?





Esta interrogante es el núcleo del solipsismo, una creencia metafísica que argumenta que la única existencia de la que podemos estar seguros es la de nuestra propia mente. Esta cuestión plantea ciertos retos, ya que tiene múltiples interpretaciones y aplicaciones, algo que este artículo pretende dilucidar.

Las otras mentes son un enigma

La cuestión de las «otras mentes», también denominada como el dilema de la intersubjetividad o el problema del solipsismo, plantea un interrogante tanto filosófico como epistemológico acerca de si existen otras conciencias más allá de la nuestra.

Este dilema se deriva de la realidad de que nuestra única conexión con el mundo es nuestra vivencia personal.

Cada uno de nosotros tiene acceso a sus propios pensamientos y emociones, pero carecemos de una ventana directa a las experiencias internas de otros seres. En resumen, puedes estar seguro de tu propia conciencia, pero es imposible certificar que otros tienen una mente similar a la tuya.

El solipsismo es insostenible

La confrontación con este dilema nos lleva a una encrucijada filosófica. Una de las rutas posibles es adoptar el solipsismo. Esta perspectiva es radical, tan radical que son pocos los filósofos que la defienden abiertamente.

El solipsismo es insostenible
Caricatura del solipsismo.

Dentro de esta visión, el solipsismo argumenta que la única existencia verificable es la de nuestra propia mente, y que todo lo demás, desde otras personas hasta el mundo exterior, podría no ser más que una ilusión generada por nosotros mismos. Este enfoque es intrínsecamente aislante, ya que refuta la existencia de otros seres conscientes, o al menos nuestra habilidad para comprobar que existen.

Existen variadas respuestas filosóficas que buscan desacreditar el solipsismo. Aunque no logremos demostrar su falsedad, podríamos tener otros motivos para descartarlo. Un argumento en contra es que la idea de habitar un mundo en el que podríamos ser los únicos seres conscientes es simplemente insoportable.

Entendemos que nuestras mentes son distintas a nuestros cuerpos

La cuestión de si somos la única conciencia en el cosmos nos arrastra hacia una encrucijada entre dos posibles perspectivas. Aparte del solipsismo, ¿existe otra opción? Tradicionalmente, la respuesta alternativa ha sido el dualismo .

Entendemos que nuestras mentes son distintas a nuestros cuerpos
Se llama dualismo a la doctrina que afirma la posible existencia de dos principios supremos, increados, coeternos, independientes, irreductibles y antagónicos.

Muchos pensadores, en particular aquellos influenciados por posturas religiosas o culturas teístas, han argumentado que, aunque las mentes de otros seres pueden existir, estas son esencialmente distintas de nuestros cuerpos materiales.

Desde esta perspectiva, cada persona tiene acceso inmediato solo a sus propias vivencias mentales, y debe deducir la existencia de otras conciencias basándose en comportamientos y señales exteriores. Este enfoque también viene con sus propios desafíos: por ejemplo, no hay certeza de que podamos concluir de manera precisa qué vivencias mentales están experimentando los demás.

Los estudios en filosofía de la mente sugieren que hay más conciencias

Las alternativas que hemos analizado —el solipsismo y el dualismo— no resultan completamente satisfactorias debido a sus respectivas falencias. No obstante, quizás podamos encontrar una salida en la filosofía de la mente. Tal vez no necesitemos conformarnos con ninguna de las dos posturas extremas. En la filosofía, al igual que en la vida cotidiana, es común aceptar la existencia de otras mentes .

De hecho, uno de los objetivos primarios de la filosofía de la mente es entender cómo funcionan las mentes, lo cual asume que estas existen.

Varios filósofos argumentarían que un aspecto fundamental de nuestra vida social es la habilidad de atribuir estados mentales —como creencias, deseos, propósitos y emociones— tanto a nosotros mismos como a los demás. Este es el mecanismo mediante el cual interpretamos y anticipamos el comportamiento ajeno, partiendo de la base de que otros seres tienen vivencias mentales similares a las nuestras.

En ese sentido, la creencia de que somos la única conciencia en el universo socavaría nuestras interacciones sociales y nos privaría de la posibilidad de convivir con otros.

Aunque tenemos numerosas y variadas razones para suponer que existen otros seres conscientes, el enigma de las «otras mentes» continúa siendo un desafío filosófico porque su existencia no se puede demostrar de forma irrefutable ni experimentar de manera directa.

Así que este acto de inferencia requiere un cierto nivel de confianza, fundamentada en la idea de que nuestras experiencias compartidas y nuestros intentos aparentemente exitosos de comunicarnos son, de hecho, genuinos.

El dilema de las «otras mentes» sigue siendo un tópico de discusión continua en la filosofía de la mente y la epistemología . Si fuéramos la única conciencia en el universo —es decir, si estuviéramos efectivamente solos— el propósito y la relevancia misma de la filosofía quedarían en entredicho.

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