El despiporre del presidente colombiano Gustavo Petro

Con poco más de un año en el cargo, su popularidad ha decaído enormemente.

Gustavo Petro tiene una tendencia al retraso. El primer mandatario colombiano abiertamente de izquierda tardó en emitir su propio voto en las elecciones presidenciales del año anterior (olvidó su documento de identidad en su casa). El pasado 24 de octubre, ratificó su hábito al arribar a China con un retraso de ocho meses después de haber anunciado un apremiante viaje.





La idea era que Petro se integrara a la ‘Nueva Ruta de la Seda’: la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI), el grandioso proyecto de infraestructura de Pekín. Sin embargo, arribó una semana tras concluir la cumbre de la BRI y, en su lugar, selló diversos acuerdos y conformó equipos para potenciar el intercambio comercial bilateral. Al cumplir un año en la presidencia, Petro enfrenta desafíos, y no solamente con el tiempo.

La popularidad de Petro ha disminuido drásticamente. Su nivel de aprobación ha caído desde cerca del 60% en agosto de 2022 a la mitad en octubre del presente año. Esta tendencia no es inusual entre los presidentes colombianos, quienes frecuentemente alcanzan menos del 50% en sondeos durante su gestión.

Lo sorprendente es lo abrupta y notable que ha sido esta caída.

El inicio de su gobierno fue prometedor, conformando una coalición de centro con ministros con amplia trayectoria. Lograron implementar una reforma tributaria en tiempo récord. Negociaron acuerdos con productores agropecuarios para reasignar tierras a comunidades empobrecidas y diseñaron una estrategia de paz para solucionar el prolongado conflicto interno. A pesar de sus reservas hacia sus propuestas más radicales, sus aliados accedieron a apoyar versiones más centradas.

Sin embargo, para Petro esto no fue suficiente. En abril, tras enfrentamientos con los ministros con posiciones moderadas respecto a una reforma en salud, que otorgaría al gobierno el control sobre la financiación sanitaria, disolvió la coalición y despidió a una parte de su equipo. Posteriormente, optó por un enfoque más radical y nombró a ministros de tendencia izquierdista.

El ex-guerrillero del M-19 ha buscado gobernar mediante decretos urgentes, pero algunos de estos ya han sido anulados por la Corte Constitucional. En consecuencia, numerosas reformas propuestas están paralizadas en el Congreso, lo cual exaspera a Petro. Ha iniciado convocatorias a grandes manifestaciones en las que critica lo que denomina un «golpe blando» en su contra.

Pocos le dan crédito, especialmente tras diversos escándalos. Todo se desencadenó en mayo, cuando Laura Sarabia, mano derecha de Petro, acusó a la cuidadora de sus hijos de sustraer dinero, la sometió a un detector de mentiras y, de manera ilegal, la agencia de inteligencia colombiana intervino sus comunicaciones.

Esto proyectó una mala imagen para una administración comprometida con las clases desfavorecidas.

Sarabia responsabilizó a otro cercano a Petro, Armando Benedetti, por revelar el incidente. A pesar de que ambos negaron actos indebidos, terminaron renunciando. Benedetti posteriormente aseguró poseer evidencia sobre irregularidades en la financiación de la campaña de Petro, acusaciones que por supuesto fueron rechazadas por los bloques petristas.

Poco después, Nicolás Petro, primogénito del presidente colombiano y representante regional, fue detenido bajo la acusación de obtener recursos de personas vinculadas con tráfico de drogas a cambio de beneficios políticos. El joven Petro reconoció haber solicitado coimas para financiar la campaña presidencial de su padre, pero alegó que su progenitor desconocía tal hecho y que él se había apropiado de dichos fondos. Petro desmintió cualquier involucramiento. Las investigaciones continúan en curso.

El abordaje errático de Petro en materia de relaciones exteriores no contribuye positivamente. Pongamos de ejemplo su relación con China. La nación asiática tiene la capacidad de expandir los puertos colombianos, edificar vías interiores y ofrecer inversión en energías limpias. Sin embargo, previo a su encuentro con Xi Jinping, líder chino, Petro manifestó que su interés principal era debatir sobre el metro de Bogotá, obra a cargo de una empresa china, y respecto a la cual tiene posturas decididas. Esto parecía de menor relevancia. Incluso, diplomáticos chinos le aconsejaron no tocar dicho asunto.

A inicios del mes actual, Petro también alteró la diplomacia colombiana con Israel y Palestina. Tras acciones de Israel contra Hamás mediante bombardeos en Gaza, el presidente expresó su indignación en plataformas digitales. Tildó al gobierno israelí de «nazista» y equiparó la zona palestina con el campo de concentración Auschwitz . Al recibir represalias de Israel, que suspendió las exportaciones armamentísticas y sistemas de defensa aérea a Colombia, Petro insinuó romper lazos diplomáticos. Bajo la influencia de autoridades estadounidenses, sostuvo un encuentro con los embajadores de Israel y Palestina el 19 de octubre. Pocas horas después anunció en redes que Colombia instauraría una embajada en Cisjordania.

El 29 de octubre, se anticipa que los colaboradores del mandatario enfrentarán un ‘despiporre’ en los comicios regionales. Es probable que los aspirantes de su facción sean derrotados en metrópolis importantes, incluyendo Bogotá. Tal escenario sería un golpe duro para Petro, exalcalde de la capital entre 2012 y 2015. Hay preocupación de que un revés contundente incite al líder a adoptar medidas drásticas. Ya hay señales de que el gobierno posterga fondos para determinadas urbes, cancela permisos para proyectos y se entromete en diversos asuntos.

Si al menos Petro mostrara una mínima disposición al diálogo y concertación, varias agrupaciones políticas estarían abiertas a trabajar con él. Sin embargo, tal escenario se ve distante, muy distante.

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