Cómo un proyecto de la NASA condujo a encuentros sexuales entre una mujer y un delfín

Margaret Howe Lovatt, quien en la década de 1960 participó en un proyecto de investigación financiado por la NASA, desarrolló una relación inusual con un delfín llamado Peter.

Cuando el astrobiólogo y divulgador científico Carl Sagan visitó el delfinario de St. Thomas en 1964, probablemente no se percató de lo complicado que se volvería el escenario.





Para entonces, el joven Sagan era miembro de un grupo secreto conocido como «La Orden del Delfín» que, pese a su nombre, se enfocó en la búsqueda de inteligencia extraterrestre.

En dicho grupo también se encontraba el polémico neurocientífico John C. Lilly. En su libro Man and Dolphin publicado en 1961, resaltó la hipótesis de que los delfines deseaban (y probablemente podrían) comunicarse con los humanos. El texto de Lilly avivó un interés científico en la comunicación entre especies que dio luz a un experimento que resultó… trágicamente mal.

Intentando conectar delfines y humanos

El astrónomo Frank Drake estuvo a cargo del Telescopio Green Bank del Observatorio Nacional de Radioastronomía, en Virginia Occidental (EE.UU.). Había iniciado en 1960 el Proyecto Ozma, un experimento de búsqueda de vida extraterrestre a través de ondas de radio interestelares.

Cuando leyó el libro de Lilly, Drake entusiasmado formuló semejanzas entre su propio trabajo y el de Lilly. Drake ayudó al neurocientífico a obtener fondos de la NASA y otras entidades gubernamentales para que pudiera demostrar su hipótesis: un canal de comunicación entre humanos y delfines.

Poco después, Lilly instaló un laboratorio conformado por un espacio de trabajo en el nivel superior y un espacio adecuado para delfines en la parte inferior. Apartado en la pintoresca isla caribeña de St. Thomas, el delfinario albergó a tres delfines, dos hembras llamadas Pamela y Sissy y un joven delfín nariz de botella macho llamado Peter.

Cuando Margaret Howe Lovatt, una lugareña de 23 años, se enteró de la existencia del laboratorio, quiso observar el comportamiento de los delfines por pura curiosidad. Recordaba con aprecio historias de su niñez en las que los animales parlantes se comunicaban con los humanos. De alguna manera, guardaba la esperanza de presenciar el avance que podría hacer que esas historias se hicieran realidad.

Al ingresar al laboratorio, Lovatt tuvo un encuentro con su director, Gregory Bateson, un destacado antropólogo inglés cuyo trabajo se cruzó con el de muchos otros campos. Bateson entonces inquirió sobre el motivo de la presencia de Lovatt en el lugar, a lo que ella respondió:

Bueno, escuché que tenías delfines… y pensé en venir y ver si había algo que pudiera hacer.

Bateson dejó entonces que Lovatt contemplara a los delfines. Quizás pretendiendo hacerla sentir útil, le pidió que tomara notas durante su observación. Aunque la falta de formación científica de la mujer era evidente, tanto Bateson como Lilly se dieron cuenta de su  intuición, y le ofrecieron una invitación abierta al delfinario.

Margaret Howe Lovatt, una diligente investigadora

Margaret Howe Lovatt comenzó a dedicar su tiempo completamente al proyecto de Lilly. Trabajó de manera diligente con los tres delfines. A través de lecciones diarias, intentó demostrar que podían imitar el lenguaje humano.

Pero el proceso se estaba volviendo algo tedioso y con pocas señales de avance.

Margaret Howe Lovatt quería estar cada vez más tiempo con los delfines, sentía que aún había mucho por hacer. Logró convencer a Lilly para que le permitiera vivir en el laboratorio, por lo que impermeabilizaron el espacio superior y lo inundaron con medio metro de agua. De esta forma, humano y delfín podrían compartir el mismo recinto.

Peter fue elegido por Lovatt para llevar a cabo el experimento de lenguaje inmersivo renovado. Convivían en el delfinario durante seis días a la semana, y el séptimo día, Peter era dejado en el recinto con Pamela y Sissy.

Cómo un proyecto de la NASA condujo a encuentros sexuales entre una mujer y un delfín
Margaret con Peter.

A lo largo del tiempo que Peter recibió todas las lecciones de habla y entrenamiento de voz, Lovatt se dio cuenta que:

Cuando no teníamos nada que hacer era cuando más hacíamos… él estaba muy, muy interesado en mi anatomía. Si estaba sentada aquí y mis piernas estuvieran en el agua, él se acercaría y miraría la parte posterior de mi rodilla durante mucho tiempo. Quería saber cómo funcionaba esa cosa y me encantaba.

Pero «encantada» podría no ser el término para describir cómo se sintió la mujer cuando Peter, un delfín adolescente con impulsos propios de su edad, se mostró un poco más… emocionado.

Lovatt afirmó durante una entrevista que:

Peter se frotaba en mi rodilla, mi pie o mi mano.

Y trasladar a Peter de regreso al recinto cada vez que esto ocurría se convertía en una pesadilla logística.

Entonces, dada tal situación, Margaret Howe Lovatt decidió, con cierta renuencia, satisfacer manualmente los impulsos sexuales del delfín.

Era más fácil incorporar eso y dejar que sucediera… simplemente se convertiría en parte de lo que estaba pasando, como una picazón, simplemente deshazte de ese rasguño y terminaríamos y seguiríamos adelante.

Según Lovatt, tal acción:

No fue sexual de mi parte… tal vez sensual. Me pareció que hizo que el vínculo fuera más estrecho. No por la actividad sexual, sino por la falta de tener que seguir rompiendo. Y eso es realmente todo lo que era. Estaba allí para conocer a Peter. Eso era parte de Peter.

Entre tanto, Drake cada vez tenía más curiosidad por el progreso de Lilly. Envió a uno de sus colegas, Carl Sagan, de 30 años, a comprobar lo que sucedía en el delfinario de St. Thomas.

La caída del proyecto

La decepción de Drake llegó cuando supo que los resultados del experimento no eran los esperados. Su expectativa era descifrar el lenguaje de los delfines. Probablemente este fue el principio del fin del apoyo económico que recibía el proyecto de Lilly.

Pero mientras el proyecto se desvanecía, el apego de Lovatt a Peter cada vez era más fuerte.

En 1966, Lilly estaba fascinado con el poder psicodélico del LSD que con el experimento de los delfines. Había conocido la sustancia en una fiesta de Hollywood gracias a la esposa de Ivan Tors, el productor de la serie estadounidense de televisión Flipper. Como recordó un amigo de Lilly, Ric O’Barry:

Vi a John pasar de ser un científico con una bata blanca a un hippy en toda regla.

El caso es que Lilly pertenecía a un selecto grupo de científicos autorizados por el gobierno para investigar los efectos del LSD. Decidió dosificarse tanto él mismo como a los delfines en el laboratorio (aunque no a Peter, ante la insistencia de Lovatt). Por fortuna, la sustancia parecía producir poco o ningún efecto en los delfines. No obstante, la ahora arrogante actitud de Lilly hacia la seguridad del animal ofendió a Bateson y suspendió la financiación del proyecto.

efectos del LSD
Dr. John Lilly, quien comenzó a experimentar con LSD durante el proyecto.

De esta forma concluyó la experiencia de vida de Margaret Howe Lovatt con un delfín.

Como ella misma reflexionó tiempo después:

Esa relación de tener que estar juntos se convirtió en realmente disfrutar de estar juntos, y querer estar juntos, y echarlo de menos cuando no estaba allí.

Lovatt no estuvo de acuerdo con la partida de Peter a un pequeño laboratorio en Miami que Lilly había adecuado, que carecía de suficiente luz solar y espacio.

Unas semanas más tarde, la mujer contó que recibió una terrible noticia:

El mismo John me llamó para decírmelo. Dijo que Peter se había suicidado.

El activista de delfines Ric O’Barry valida el uso del término suicidio en estos animales:

Los delfines no respiran aire automáticamente como nosotros… Cada respiración es un esfuerzo consciente. Si la vida se vuelve demasiado insoportable, los delfines simplemente toman un respiro y se hunden hasta el fondo.

Peter, afligido, no entendía el motivo de la separación. El dolor de perder a Lovatt era demasiado. La mujer también estuvo triste pero finalmente sintió alivio de saber que Peter no tuviera que soportar la vida confinado en el laboratorio de Miami.

Él no iba a ser infeliz, simplemente quiso irse. Y eso estuvo bien.

Lovatt continuó su vida en la isla de St. Thomas tras el fracaso del experimento. Se casó con el fotógrafo que trabajó en el proyecto. Juntos, tuvieron tres hijas y convirtieron el abandonado delfinario en un hogar para su familia.

Durante casi 50 años, Margaret Howe Lovatt guardó silencio sobre el experimento. En 2014, sin embargo, concedió algunas entrevistas a Christopher Riley para su documental sobre el proyecto, el acertadamente titulado The Girl Who Talked to Dolphins (La Chica que Habló con los Delfines).

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