Jesús y Roma: La verdad detrás de la condena del Mesías

Para las autoridades romanas en Judea, Jesús representaba una figura subversiva, y su condena probablemente se trató de un asunto de ejemplaridad y preservación del orden público.

El principal desafío al abordar la vida del Jesús histórico es la falta de fuentes primarias. Los primeros documentos sobre él son, por un lado, los Evangelios y otras fuentes del Nuevo Testamento, escritos posteriormente y con intenciones religiosas, y por otro lado, menciones de autores romanos como Flavio Josefo que no tuvieron la oportunidad de conocerlo.





Teniendo en cuenta lo que se conoce sobre la sociedad judía del siglo I y la situación política de Judea en ese tiempo, se puede afirmar con bastante certeza que existió un hombre al que llamamos Jesús y que fue condenado a muerte.

Sin embargo, es probable que las autoridades romanas y los sacerdotes de Jerusalén no previeran el impacto que esto tendría. Para ellos, se trataba de imponer un castigo ejemplar a alguien que consideraban subversivo y peligroso.

Un asunto de orden público

Se puede inferir que Jesús fue condenado por delitos vinculados a disturbios públicos debido al método de ejecución elegido. La crucifixión era un castigo que se aplicaba a esclavos y criminales, incluidos rebeldes y sediciosos, y solo las autoridades romanas, en este caso, el prefecto Poncio Pilato , tenían la autoridad para llevarla a cabo.

Aunque la religión tuvo cierta influencia, no fue la razón de la condena: para los falsos profetas, la condena era la lapidación, y esta era ejecutada por los propios judíos , ya que se trataba de una cuestión religiosa.

Judea , convertida en provincia romana apenas tres décadas antes, era un barril de pólvora a punto de estallar, especialmente durante las festividades religiosas, cuando se congregaba una gran cantidad de personas en las ciudades.

Una de las celebraciones más importantes del calendario hebreo es Pésaj, también conocida como la Pascua judía , que conmemora la liberación de Egipto y que estaba por celebrarse cuando Jesús entró en Jerusalén. Para el prefecto, cualquier altercado del orden público en un momento tan simbólico -la conquista de la libertad del pueblo judío- debía ser sofocado de inmediato.

Las figuras mesiánicas, como Jesús o su mentor Juan el Bautista , planteaban además un problema adicional para Roma: el reino de Israel había sido una monarquía teocrática, por lo que la aparición de estos líderes religiosos podía incitar una revuelta en contra de la ocupación romana.

Asimismo, en una perspectiva monoteísta, el Imperio romano era una sociedad idólatra que contradecía directamente la proclamación de Jesús del «reino de Dios».

Un desafío para los sacerdotes

Para los sacerdotes judíos y, en particular, para el Sumo Sacerdote Caifás , Jesús también representaba un problema. La mayor parte de su vida predicó en Galilea, en el norte de la provincia de Judea, y no fue un inconveniente, pero su arribo a Jerusalén acompañado de un numeroso grupo de seguidores cambiaba la situación.

Jesús suponía un doble riesgo no solo por sus críticas a ciertas actitudes de los sacerdotes, sino por el temor a que provocara una revuelta que fuera aplastada por los romanos en un derramamiento de sangre.

En particular, el episodio de la expulsión de los comerciantes del templo habría sido el desencadenante para que el Sanedrín , el consejo de rabinos con funciones judiciales, viera en Jesús a un agitador de multitudes peligroso y considerara necesario denunciarlo ante las autoridades romanas, quienes tenían la potestad en asuntos de orden público.

Poncio Pilato es descrito por el filósofo Filón de Alejandría como “un hombre de carácter inquebrantable y severo, sin ninguna consideración”, y se sabe que no dudaba en condenar a aquellos que pudieran representar una amenaza para el poder romano.

De hecho, además de Jesús, tuvo que enfrentarse a otros personajes mucho más peligrosos que habían incitado abiertamente a las masas a rebelarse contra Roma, por lo que probablemente no tuvo muchos escrúpulos en deshacerse de ese predicador.

Fuentes con intereses

Aunque los sacerdotes tuvieron ciertamente responsabilidad en la muerte de Jesús, los Evangelios deliberadamente atribuyen las culpas a ellos y muestran a Pilato como el simple ejecutor de una sentencia ya determinada, lo cual no concuerda con lo que conocemos sobre la personalidad del personaje y las responsabilidades que recaían sobre él:

Como representante de Roma en Judea, debía garantizar el orden y, además, no tenía razones para mostrar clemencia hacia Jesús.

La responsabilidad asignada en gran medida a los judíos debe comprenderse en el contexto de evangelización: a los escritores cristianos les interesaba atraer a un público romano, por lo que presentar a su propio pueblo como responsable de la ejecución de Jesús no era oportuno.

Los judíos, en cambio, eran un buen chivo expiatorio: la singularidad de sus costumbres los convertía en un elemento extraño dentro del Imperio y, además, muchos judíos se resistían a aceptar a Jesús como el rey mesías que anunciaba su tradición. Además, en Egipto, donde se establecieron las primeras comunidades cristianas, existía ya un sentimiento antisemita que reforzaba esta idea.

La redacción de los Evangelios , como obras de proselitismo religioso, acentúa el aspecto místico de la muerte de Jesús. No obstante, quienes la propiciaron, ordenaron y llevaron a cabo no podían prever la trascendencia que tendría: para ellos, muy probablemente, se trató de ejecutar a un agitador más.

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