De la guerrilla al poder: las consecuencias de la presidencia de Gustavo Petro

Como ciudadano colombiano, me resulta inconcebible que en un país con una memoria tan fresca del conflicto armado, la figura de Gustavo Petro, un exguerrillero del M-19, haya logrado ocupar la presidencia. No me cabe en la cabeza cómo millones de compatriotas han podido olvidar o ignorar su pasado violento, cuando perteneció a un grupo terrorista que sembró el miedo y el dolor en miles de hogares colombianos. ¿Acaso los crímenes y la violencia cometidos en nombre de una ideología se pueden borrar con promesas vacías de cambio ? El pasado no se debe olvidar, y menos cuando está manchado con la sangre de inocentes.





El M-19, movimiento al cual perteneció Petro, cometió actos atroces que no deben ser ignorados por conveniencia política. Sin embargo, parece que una parte significativa del electorado decidió cerrar los ojos ante estos hechos, eligiendo a un hombre que, más allá de su pasado, ha demostrado en su gestión presidencial ser un desastre en términos de gobernabilidad. Este hecho, que debería generar indignación y rechazo, parece haber sido minimizado o incluso ignorado por quienes ahora defienden su mandato.

Las conexiones peligrosas con el chavismo

Petro no solo carga con el peso de su pasado guerrillero, sino que además mantuvo una relación cercana con uno de los personajes más nefastos de la política latinoamericana: Hugo Chávez. Este vínculo no es un secreto, y sus consecuencias son más que evidentes. Chávez fue el arquitecto de la debacle venezolana, un país que alguna vez fue próspero y que hoy yace en la miseria, gobernado por una dictadura brutal. Petro no solo fue amigo de Chávez, sino que también fue uno de sus asesores más cercanos, lo que evidencia una peligrosa afinidad con las políticas que llevaron a Venezuela al colapso.

Es imposible no hacer una comparación entre lo que ocurre en Venezuela y lo que empieza a vislumbrarse en Colombia bajo el gobierno de Petro. Las señales están ahí, para quien quiera verlas. La crisis económica, la polarización social, y los intentos por centralizar el poder en la figura presidencial son preocupantemente similares a los primeros pasos que dio Chávez en Venezuela. ¿Es este el futuro que queremos para Colombia? La historia reciente de nuestro vecino, incluyendo el fraude electoral del pasado 28 de julio, debería ser una alarmante advertencia, pero parece que el peligro de repetir esos errores no es suficiente para abrir los ojos de quienes apoyan a Petro.

Un líder con una vida personal desordenada

La vida personal de un líder no debería ser motivo de juicio, siempre y cuando no interfiera con su capacidad para gobernar. Sin embargo, cuando se trata de Gustavo Petro, su vida privada parece ser un reflejo de su desordenada gestión pública. Las recientes revelaciones sobre su supuesta separación de Verónica Alcocer, junto con los rumores de una relación con Linda Yepes , una reconocida activista y presentadora trans, han generado un escándalo que, lejos de ser aclarado, ha sido manejado con una opacidad alarmante.

La falta de transparencia en la vida personal de Petro no solo es un asunto de morbo, sino que también habla de su carácter y su capacidad para manejar situaciones de crisis. Además, su aparente problema con el alcohol, que ha sido insinuado por figuras como Armando Benedetti, añade una capa más de preocupación. ¿Cómo puede liderar un país alguien que no tiene su propia vida en orden? ¿Qué tipo de decisiones se pueden esperar de un presidente que, según algunos, tiene problemas con el alcohol y las drogas?

Un círculo cercano plagado de corrupción

Los escándalos de corrupción que han marcado los dos primeros años del gobierno de Petro son simplemente vergonzosos. Personajes como Armando Benedetti y Laura Sarabia, piezas clave en su campaña y gobierno, han sido involucrados en graves acusaciones de corrupción y abuso de poder. Benedetti, a pesar de las acusaciones de violencia intrafamiliar y corrupción, sigue siendo parte del círculo más cercano del presidente, lo que pone en evidencia el nivel de corrupción y encubrimiento que permea este gobierno.

Pero la corrupción no se limita a los aliados de Petro; también ha tocado a su propia familia. Su hijo, Nicolás Petro, ha sido acusado de lavado de dinero y enriquecimiento ilícito, en un caso que amenaza con desmoronar la ya frágil credibilidad del gobierno. A pesar de los intentos de distanciarse de su hijo, la sombra de estos escándalos es imposible de ignorar. Petro prometió un gobierno transparente, pero lo que hemos visto es todo lo contrario : una administración que parece estar más preocupada por proteger a los suyos que por rendir cuentas al pueblo colombiano.

La agresión como respuesta a la crítica

Otra cuestión alarmante es el comportamiento de los seguidores de Petro. Es difícil no notar un patrón en cómo actúan ante cualquier crítica hacia su líder: la agresión, el desprestigio, y la difamación son respuestas comunes hacia quienes no comparten su ideología. Yo mismo he sido blanco de este tipo de ataques, incluso de personas que consideraba «amigos». Por el simple hecho de expresar mi descontento con la gestión de Petro, he sido menospreciado y atacado, como si la libertad de expresión no tuviera cabida en una democracia bajo el liderazgo de la izquierda.

Este comportamiento no es solo preocupante, sino profundamente antidemocrático. La diversidad de opiniones es esencial para el funcionamiento de cualquier sociedad libre, pero parece que para los seguidores de Petro, cualquier disidencia es una traición. Esta actitud no solo refleja un desprecio por los valores democráticos, sino que también es un indicio del tipo de gobierno que Petro representa: uno que no tolera la crítica y que se siente amenazado por la libertad de pensamiento.

El deterioro de la economía y la seguridad

No hace falta ser un experto en economía para darse cuenta de que Colombia está atravesando una crisis. El desempleo ha aumentado, la inversión extranjera ha disminuido, y la inseguridad se ha disparado. Estos son hechos que cualquiera puede observar, sin necesidad de ser un economista. Basta con abrir los ojos y ver la realidad que nos rodea: un país que se hunde cada vez más en la pobreza y la violencia, mientras su presidente se preocupa más por su imagen internacional y sus agendas privadas que por resolver los problemas que realmente afectan a los colombianos.

La llamada “Paz Total” de Petro ha sido, en realidad, una trampa mortal. Los grupos armados se han fortalecido, y la violencia está fuera de control. Cada día, nuevos ataques terroristas y asesinatos de líderes sociales llenan los titulares de los periódicos. Mientras tanto, las fuerzas militares se encuentran desmoralizadas y desorientadas, incapaces de cumplir con su deber constitucional. Petro ha desmantelado la inteligencia del país, dejando a Colombia más vulnerable que nunca ante las amenazas internas y externas.

Reflexiones finales: Un país en crisis

Es triste y preocupante ver cómo Colombia se está desmoronando bajo el mandato de Gustavo Petro. Un país que alguna vez fue un ejemplo de resiliencia y progreso, ahora parece estar al borde del colapso. La corrupción, la inseguridad, el deterioro económico, y la polarización social son síntomas de un gobierno que ha fallado en todos los frentes. Y lo que es peor, el futuro no parece ofrecer esperanza alguna mientras Petro siga en el poder.

No se necesita ser un experto en ciencia política para darse cuenta de lo que está sucediendo. Basta con tener un poco de sentido común y estar dispuesto a ver la realidad tal como es. Como ciudadano, me siento obligado a alzar la voz y a llamar la atención sobre estos hechos. No podemos seguir ignorando la verdad, ni permitir que el país siga siendo arrastrado hacia el abismo. Es hora de que los colombianos despertemos y tomemos conciencia de la gravedad de la situación. Nuestro futuro está en juego, y no podemos permitirnos seguir cometiendo los mismos errores.

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