🌎 Día Mundial del Clima: una selfie con conciencia y dos likes de hipocresía

¿Salvar el planeta con un hashtag?

Ah, el 15 de mayo. Qué fecha tan gloriosa. Un día en el calendario que ya pasó, pero cuyo eco aún resuena en las redes sociales… o mejor dicho, ya no. Porque como toda buena causa contemporánea, el Día Mundial de la Acción por el Clima vivió su jornada de gloria, su trending topic y sus publicaciones con emojis de hojas verdes, para luego ser sepultado bajo la avalancha de memes, promociones de zapatillas y dramas de reality shows. Qué bonito fue fingir que nos importaba… por un ratito.





Durante esas 24 horas, el planeta fue el protagonista: empresas pintaron sus logos de verde, influencers abrazaron árboles con el filtro adecuado y políticos compartieron frases grandilocuentes sobre “nuestro compromiso con la Tierra”. Pero ahora, una semana después, todo ha vuelto a la normalidad. Porque claro, el planeta no puede competir con el nuevo escándalo viral ni con el lanzamiento de la cafetera inteligente que te lee la mente.

🤑 El capitalismo verde: salvar el planeta… pero con estilo

En esta tragicomedia ambiental, el show debe continuar. Las marcas nos siguen vendiendo su «compromiso ecológico», como si un shampoo con tapón reciclable pudiera detener el deshielo de Groenlandia. Las aerolíneas nos ofrecen “compensación de carbono” por unos euros extra, para que volemos con la conciencia más ligera y el motor igual de contaminante. Y nosotros, felices, seguimos comprando botellas de agua “eco-friendly” con una mano mientras tiramos la tapa al río con la otra.

La verdadera magia del marketing verde está en convencernos de que nuestras pequeñas acciones son el epicentro del cambio. Que si tú y yo reciclamos correctamente los envases del yogur, ya podemos dormir tranquilos mientras los barcos petroleros navegan a toda máquina. Que si llevamos nuestra propia bolsa al súper, las emisiones globales se desploman por arte de magia. Spoiler: no es así.

🤡 El teatro climático: activismo de sofá y gobiernos de papel

Pero volvamos a esa fecha ya lejana del 15 de mayo. Qué discursos tan conmovedores nos regalaron nuestros líderes: promesas de neutralidad de carbono para el 2050, compromisos que nadie audita y decretos con más letras que acciones. Como siempre, mucha palabra bonita y cero molestia a los verdaderos responsables. Porque tocar los intereses de las grandes industrias sigue siendo tabú. No sea que se incomoden los donantes.

Y mientras tanto, nosotros, el pueblo consciente, hicimos lo nuestro: compartimos frases de Greta Thunberg en las stories, subimos fotos de nuestros almuerzos veganos con hashtags como #SalvarElPlaneta, y participamos en marchas ecológicas… en coche, eso sí, porque el metro olía mal. Eso fue el 15 de mayo. Hoy, ya estamos otra vez discutiendo sobre fútbol y enviando paquetes con exceso de plástico desde plataformas “sustentables”.

La conciencia climática parece tener una fecha de caducidad muy corta. Y lo más alarmante es que nos hemos acostumbrado a este ciclo de hipocresía colectiva. Un día al año basta para limpiar nuestras culpas, para hacernos sentir que estamos haciendo algo. Como una misa dominical ecológica donde confesamos nuestras emisiones y salimos listos para seguir pecando.

🧠 ¿Y si dejamos de hacer como que hacemos?

Sí, el cambio climático sigue ahí. No se fue el 16 de mayo. De hecho, sigue empeorando. Pero la pregunta incómoda es: ¿vamos a esperar al próximo Día Mundial del Clima para recordarlo? ¿Vamos a seguir creyendo que plantar un árbol al año equilibra toneladas de CO₂? ¿O vamos a tener la honestidad de admitir que las acciones simbólicas ya no alcanzan?

Las soluciones reales no son glamorosas. Exigen cambiar hábitos, replantear sistemas económicos, incomodar privilegios. Implican decirle a las empresas que no basta con greenwashing, y a los gobiernos que no se puede seguir postergando lo urgente. Implican actuar, no solo publicar. Hacer, no solo conmemorar.

Lo más triste no es que el 15 de mayo ya pasó. Lo más triste es que, para muchos, el problema climático solo existe ese día. El resto del año, la Tierra puede esperar. Pero la Tierra ya no está esperando. Está reaccionando. Y cuando lo hace, no avisa. Ni siquiera con filtro verde.

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