En la actualidad, las personas que desean disfrutar abiertamente del sexo sin arriesgarse a un embarazo disponen de variados métodos anticonceptivos. Muchas mujeres optan por el uso de un dispositivo intrauterino (DIU) o un diafragma, mientras que otras se inclinan por las píldoras o las inyecciones. Y también hay quienes prefieren el condón, pues aparte de actuar como anticonceptivo, protege de las infecciones de transmisión sexual.
El desarrollo de estos y otros métodos científicamente probados solo avanzó hasta después del siglo XX. ¿Entonces cómo se evitaban los embarazos en tiempos anteriores?
A continuación presentamos algunos de los métodos antiguos más curiosos, e incluso varios de ellos bastante peligrosos.
Excrementos de cocodrilo
Este método, tan extraño como maloliente, fue ampliamente usado por mujeres durante el desarrollo de la civilización egipcia. Consistía en insertar al interior de la vagina un compuesto pastoso elaborado a base de leche ácida y heces de cocodrilo.
Con este brebaje se pretendía armar un obstáculo ácido que evitara la entrada del esperma.
Resulta muy difícil creer que un método completamente falto de higiene pudiera ser eficaz, a no ser que esa efectividad se basara precisamente en lo apestoso de la mezcla, o incluso en la propia idea, suficiente para extinguir la pasión hasta del más deseoso.
Pesario de bloque
Se trataba de un “mortificante” objeto fabricado en goma, hueso o metal, que era empleado como método de contracepción en Europa entre finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX. El pesario de bloque se instalaba por hasta cuatro meses en el la parte inferior del útero (cuello uterino) de la mujer.
La supuesta función de este artilugio era evitar que los embriones fertilizados —recién formados— se asentaran en el útero e iniciaran su desarrollo. Por el dolor, las infecciones y el rechazo que provocaba en el cuerpo de las mujeres, terminó siendo clasificado como un instrumento de tortura.
Saltar y estornudar
Por allá en el siglo II, un ginecólogo griego llamado Soranus, sugería que para prevenir embarazos las mujeres debían dar siete saltos hacia atrás y estornudar justo luego de culminar las relaciones sexuales.
Se creía que al saltar y estornudar se expulsaba el semen de la vagina, aunque Soranus nunca explicó qué debía hacer la mujer para provocarse el estornudo. No sobra decir que el método es completamente ineficaz.
Tripas de oveja y pescado
Entre 1642 y 1688, en tiempos de la Revolución inglesa, los militares del rey Carlos I fueron dotados de gomas elaboradas con tripas de oveja y pescado para ser usadas como condones y así protegerlos de infecciones de transmisión sexual.
También fueron usados por otros ciudadanos. A finales del siglo XVIII, por ejemplo, un par de tiendas en Londres se dedicaban únicamente al comercio de estos condones.
Las gomas requerían ser remojadas en agua dos horas antes de su uso para aumentar su flexibilidad y facilitar su colocación. Debían atarse a la base del pene con una pequeña cuerda para que no se movieran del sitio y, luego de utilizadas, con mucho cuidado eran lavadas, secadas y guardadas para la siguiente ocasión.
Bebedizo con mercurio
En China, durante el siglo VII, la recomendación para las mujeres era la de beber una tintura del metal pesado para prevenir el embarazo. Uno de estos bebedizos era el resultado de freír mercurio con aceite, mezcla que debía ingerirse con el estómago vacío.
Quizás haya funcionado para prevenir embarazos, pero esta peligrosa combinación provocó varios casos de esterilidad y la muerte agónica de muchas mujeres.
Testículos de comadreja
Durante la Edad Media, los testículos de la comadreja suponían un método anticonceptivo en Europa. En realidad, se trataba de una creencia descrita en la Trotula, un grupo de textos italianos del siglo XII sobre medicina de mujeres en donde se recomendaba extraer los testículos de estos animales vivos, forrarlos en piel de ganso, y llevarlos como talismán para evitar concebir hijos.