Stephen Robert Irwin, más conocido como Steve Irwin o con el apodo de el cazador de cocodrilos, fue un extraordinario conservacionista ambiental australiano y figura de la televisión que se destacó por su valentía a la hora de entrar en contacto con la naturaleza, una aptitud que lamentablemente terminó con sus días.
Irwin falleció en 2006 a los 44 años, luego de que una raya le atravesara el pecho con su aguijón mientras filmaba un documental titulado Ocean’s Deadliest.
Tanto su familia como sus seguidores enaltecieron el hecho de que el cazador de cocodrilos muriera haciendo lo que lo hacía feliz, pero lo cierto es que su temprana ausencia en este mundo es algo que no dejaremos de lamentar.
No obstante, a pesar de su pasión por los animales y fama de valiente, había una especie con la que simplemente prefería no tratar: los loros.
Un temor declarado
En una entrevista en 2004 con Larry King, Irwin habló sobre las razones que tenía para sentir miedo por los loros:
Los únicos animales con el que no puedo estar cómodo son los loros, aunque estoy aprendiendo a superarlo. Ya los manejo mejor, de verdad, pero por alguna razón siempre tienen que morderme. Es como su trabajo. No sé porqué. Uno casi me arranca la nariz, me la hizo pedazos.
En ese entonces, continuó contando que en su hospital de vida silvestre del zoológico de Australia estaba cuidando a 27 loros, y que de ellos, 13 lo habían mordido.
Y es que este tipo de temores cobra mayor sentido cuando es reconocido justo por un hombre que se ganaba la vida recibiendo mordeduras y picaduras de una gran variedad de animales.
Según la revista Pet Central, un guacamayo tiene una fuerza de mordida estimada de 500 a 700 libras por pulgada cuadrada. Es decir, un pico diseñado para abrir una nuez de Brasil como si fuera un Huevo Kinder. Además, son animales con un comportamiento difícil de leer, con variedades cautivas que con frecuencia no muestran señales de advertencia y van directamente al ataque.
