El 28 de octubre de 1886, mientras el clima se tornaba desagradable por la lluvia y la niebla, la ciudad de Nueva York tenía un gran motivo para celebrar. Fue ese el día en que se inauguró oficialmente la Estatua de la Libertad.
En medio de un discurso, el escultor de la obra, el francés Frédéric-Auguste Bartholdi, fue quien tiró la cuerda para dejar caer la gran bandera de su país que cubría la cara de la estatua. Al revelarse el rostro de la Dama de la Libertad, el monumento se convirtió oficialmente en la estructura más alta de la ciudad: 93 metros desde la base del pedestal hasta la punta de la antorcha.
Pero no era la primera vez que se mostraba la estatua. Antes de Nueva York, ya la Estatua de la Libertad se había exhibido en su país de origen. Y no completa, sino por partes.
Un regalo francés
Cuando Bartholdi y sus artesanos comenzaron en 1876 a construir la escultura en Francia, lo primero que hicieron fue su brazo derecho y la antorcha. El escultor planeó primero esa parte de la estatua con el propósito de atraer la atención, pero especialmente el dinero, ya que para ese momento la recaudación de fondos tanto en Francia (para la estatua), como en Estados Unidos (para el pedestal) era bastante complicada y muy lenta.
El brazo fue exhibido en la Exposición del Centenario en Filadelfia, y los asistentes ayudaron a recaudar los fondos pagando por subir a través de una escalera hasta el balcón de la antorcha.
Después de esto, el brazo portador del fuego fue trasladado al Madison Square Park en Manhattan, uno de los sitios de moda de la ciudad en ese entonces, donde permaneció durante seis años como símbolo de la grandeza por venir.
La cabeza y los hombros de la estatua llegaron luego, pero antes también tuvieron una “vida” independiente y publicitaria. Mientras el brazo derecho estuvo en Manhattan, su busto se exhibía en la Exposición Internacional de París en 1878. Allí, una vez más los visitantes compraron boletos para conocer el interior de la escultura, y también para observar su proceso de construcción.
Bartholdi estaba muy orgulloso de su obra. Contrató fotógrafos profesionales para documentar la destreza artística y de ingeniería de su equipo, pero también para crear conciencia y recoger el dinero para su construcción. Con estas acciones junto con otros esfuerzos esperaba incentivar la recaudación de fondos que ayudarían a la causa.
Etapas finales
Entre 1881 y 1884, tras ser enviado de regreso el brazo derecho a través del Atlántico, finalmente toda la estatua fue reunida en un parque público en París. El plan era probar la estructura interna (diseñada por el ingeniero Alexandre Gustave Eiffel) que sostendría todo el conjunto. En ese entonces, los franceses llamaban cariñosamente a la escultura la “Dama del Parque“.
Luego de establecer toda su integridad estructural, fue desmantelada en unas 350 piezas de hierro y cobre (cerca de 156 toneladas) que fueron empacadas en más de 200 cajas de madera para ser cargadas en el buque de guerra francés Isère.
La Estatua de la Libertad llegó a Estados Unidos en 1885, pero tuvo que esperar desarmada mientras en su nuevo hogar, la Isla de Bedloe en el puerto de Nueva York, se terminaba de construir el pedestal. Esto demoró un año más, pero una vez listo, los equipos de construcción procedieron rápidamente a ensamblar el símbolo perdurable de libertad y emancipación de los estadounidenses. De cierto modo tenía mucho sentido, pues en ese entonces la mayoría de ellos eran inmigrantes.