Hace aproximadamente 22.000 años, en lo que hoy es la República Democrática del Congo, un antepasado nuestro tomó un peroné de babuino y lo marcó con una serie de incisiones. Al finalizar su trabajo, añadió una punta de cuarzo afilada en uno de los extremos. Desde entonces, el propósito exacto de este objeto permanece desconocido.
Lo que sí sabemos es que, miles de años después, en la década de 1950, el geólogo Jean de Heinzelin encontró este hueso en una excavación junto al río Semliki. Este descubrimiento, bautizado como el Hueso de Ishango, revolucionaría nuestra comprensión de las capacidades de nuestros ancestros.
Casi veinte años más tarde, en la cordillera de Lebombo, cerca de la frontera entre Sudáfrica y Esuatini, se halló otro hueso similar de babuino. Este objeto, mucho más antiguo que el de Ishango, también presentaba marcas. Separados por 3.000 kilómetros y unos 20.000 años (el hueso de Lebombo se data entre 42.000 y 43.000 años), ambos artefactos parecen haber tenido una finalidad específica, aunque determinar cuál es sigue siendo un desafío.
Las matemáticas en la era paleolítica
En realidad, encontrar huesos marcados no es raro en los yacimientos africanos. Muchos de estos se consideraban simples herramientas decorativas. Sin embargo, los patrones en los huesos de Ishango y Lebombo son tan complejos que despertaron el interés de los expertos.
El hueso de Lebombo tiene 29 marcas, un número que coincide aproximadamente con los días entre dos lunas nuevas. Esto llevó a teorizar que podría tratarse de un calendario lunar. Otra posibilidad es que fuese un registro de ciclos menstruales, elaborado quizá por una mujer que seguía los días entre menstruaciones. No obstante, para validar esta hipótesis serían necesarias evidencias adicionales, las cuales aún no se han encontrado.
Actualmente, estudios de big data provenientes de aplicaciones de seguimiento del ciclo menstrual indican que los ciclos pueden variar entre 25 y 31 días, con una mediana de 29 días. Aunque estos datos coinciden con las marcas en el hueso de Lebombo, no existe manera de confirmar que el ciclo menstrual de hace 20.000 años fuese igual al actual.
La supervivencia como prioridad
En las comunidades nómadas, prever los ciclos menstruales y las posibilidades de embarazo podría haber sido vital para la supervivencia. Las mujeres embarazadas o con bebés lactantes enfrentaban grandes dificultades para desplazarse. Así, controlar cuándo las probabilidades de embarazo eran menores y planificar los movimientos del grupo en esos periodos podría haber sido una estrategia clave.
La etnomatemática Claudia Zaslavsky defendió firmemente esta hipótesis tras analizar los huesos de Lebombo e Ishango. Según ella, las 29 marcas del primero representarían un ciclo menstrual completo, mientras que las 168 marcas del segundo podrían reflejar 6 ciclos de 28 días, agrupados en tres columnas.
Sin embargo, otros especialistas tienen interpretaciones diferentes sobre la función del Hueso de Ishango, centrándose en su complejidad matemática.
Evidencias de conocimientos matemáticos avanzados
Al observar las muescas del Hueso de Ishango, su disposición parece deliberada. En la columna izquierda aparecen números primos entre el 10 y el 20. En la derecha, están los números 9, 11, 19 y 21, mientras que la columna central contiene una serie de números que podrían corresponder a operaciones matemáticas.
El matemático Chukwunyere Kamalu sugiere que estas marcas reflejan un intento de realizar multiplicaciones y divisiones. Por ejemplo, el 3 multiplicado por 2 da 6, y el 10 dividido entre 2 resulta en 5. Además, los números primos 5 y 7 completarían la secuencia.
De ser cierto, esto indicaría que los humanos de aquella época comprendían conceptos matemáticos complejos, como los números primos y las relaciones aritméticas. Este descubrimiento cambiaría radicalmente lo que sabemos sobre las capacidades de pensamiento abstracto en las civilizaciones prehistóricas.
El enigma de los objetos prehistóricos
El problema con estos hallazgos es la falta de contexto. Los restos prehistóricos que se han conservado son escasos y, en muchos casos, están fragmentados. Esto limita nuestra capacidad para determinar con certeza su uso original, dejándolos abiertos a la interpretación.
Respecto a los huesos de Ishango y Lebombo, las teorías sobre su función como calendarios o herramientas matemáticas son plausibles, pero no definitivas. Cualquier explicación nos ayuda a entender mejor nuestro pasado, pero sigue siendo incierto si reflejan el nacimiento del pensamiento matemático o simplemente prácticas rituales.
Por ahora, estos objetos permanecerán envueltos en misterio, y su significado exacto continuará siendo motivo de fascinación e investigación.