Al noreste de la base del monte Fuji (también conocido como Fujiyama), el pico montañoso más alto de Japón, se ubica un bosque de 35 kilómetros cuadrados llamado Aokigahara. Por muchos años, el tenebroso bosque se le conocía como el Mar de los Árboles. Pero en las décadas recientes ha tomado un nuevo nombre: el Bosque de los Suicidios.
Aokigahara, un bosque tan hermoso como aterrador
Para algunos turistas, Aokigahara es un lugar de tranquilidad y belleza sin límites. Los aventureros que deseen un desafío encontrarán una densa boscosidad para atravesar, nudosas raíces y suelo rocoso para tener acceso a espectaculares vistas del monte Fuji. En ocasiones, los escolares realizan excursiones para explorar las famosas cuevas de hielo de la región.
Sin embargo, visitarlo también puede resultar espeluznante: han crecido tan juntos los árboles que los turistas pasarán gran parte de su tiempo en un ambiente oscuro, que en ocasiones solo se aclara con el eventual rayo de sol que se filtra por los huecos de las copas de los árboles.
La mayoría de las gente que visita el Bosque de los Suicidios de Japón dice que lo que más recuerda del lugar es el silencio. Bajo las ramas caídas y hojas en descomposición, se descubre el suelo del bosque: roca volcánica formada de la lava enfriada tras la enorme erupción de Heian, ocurrida en el año 864 en el monte Fuji . La roca es dura y porosa, llena de diminutos agujeros que absorben el ruido.
En la absoluta calma, los visitantes afirman que cada respiración suena como un rugido.
Si bien es un lugar tranquilo y solemne, en los últimos años los informes se han agitado significativamente: se estima que cada año se quitan la vida hasta 100 personas en el Bosque de los Suicidios.
Rumores, mitos y leyendas del Bosque de los Suicidios
El bosque Aokigahara siempre ha estado colmado de mitos morbosos. Los más antiguos son historias no confirmadas derivadas de una costumbre del antiguo Japón llamada ubasute.
Cuenta la leyenda que durante la época feudal, cuando los alimentos escaseaban y la situación se volvía insoportable, una familia podía llevar a un pariente anciano dependiente, por lo general una mujer, a un sitio distante y dejarla morir.
Como tal, la práctica puede ser más ficción que realidad. Muchos historiadores cuestionan la idea de que el senicidio (o gerontocidio) fuera algo común en la cultura japonesa. Pero los relatos de ubasute se han abierto camino en el folclore y la poesía de Japón, y desde allí se relacionaron con el silencioso y aterrador Bosque de los Suicidios.
En un comienzo, se suponía que los yūrei (fantasmas japoneses), que los visitantes aseguraban haber visto en Aokigahara, eran los espíritus vengativos de los ancianos abandonados a la inanición y a la misericordia de los elementos.
Pero toda esa narrativa comenzó a cambiar en la década de 1960, cuando se originó la larga y enredada historia del bosque con el suicidio. En la actualidad, se dice que los fantasmas del bosque pertenecen a los tristes y miserables: los miles que han llegado al bosque para quitarse la vida.
Muchos creen que un libro es el responsable de la aparición de esta nueva macabra popularidad del bosque. Se trata de la famosa novela Nami no Tou, publicada por Seicho Matsumoto en 1960, cuyo título es traducido a menudo como El mar negro de los árboles, una historia en la que dos amantes se suicidan en el bosque de Aokigahara.
No obstante, ya en la década de 1950, los visitantes informaban el hallazgo de cuerpos en descomposición en el bosque. Su reputación en el presente como el Bosque Suicida de Japón es tanto merecida como innegable.
El Mar de árboles y el recuento de cadáveres de Aokigahara
Desde comienzos de la década de 1970, un pequeño grupo conformado por policías, voluntarios y periodistas ha recorrido cada año la zona en busca de cadáveres. Casi nunca se van con las manos vacías.
El recuento de cuerpos ha aumentado significativamente en los últimos años, alcanzando un pico en 2004 cuando se recuperaron del bosque 108 cuerpos en diversos estados de descomposición. Y eso solo da cuenta de los cuerpos que los buscadores lograron encontrar. Muchos más han desaparecido bajo las raíces retorcidas y sinuosas de los árboles, y otros han sido llevados y consumidos por los animales.
Después del puente Golden Gate (San Francisco, Estados Unidos), Aokigahara es el lugar del mundo en el que más gente se ha suicidado. Que el bosque se haya convertido en el destino final de tantos no es ningún secreto: las autoridades han colocado letreros con advertencias, como «por favor reconsidere» y «piense bien en sus hijos, su familia», en la entrada.
Las patrullas exploran regularmente el área, con la esperanza de redirigir suavemente a los visitantes que parecen no estar planeando un viaje de regreso.
En 2010, 247 personas intentaron suicidarse en el bosque, 54 consiguieron hacerlo. En general, el ahorcamiento es la causa más común de muerte, seguida de cerca por la sobredosis de drogas. Los números de los últimos años no están disponibles; el gobierno japonés, temiendo que los totales alentaran a otros a seguir los pasos de los fallecidos, dejó de publicar las cifras.
La controversia de Logan Paul
No todos los visitantes del Bosque de los Suicidios de Japón están planeando su propia muerte; muchos son simplemente turistas. Pero incluso los turistas no pueden escapar de la reputación del bosque.
Aquellos que se desvían del camino a veces encuentran recuerdos inquietantes de tragedias pasadas, como pertenencias personales dispersas. Se han descubierto zapatos cubiertos de musgo, fotografías, maletines, notas, ropa rasgada y otros elementos esparcidos por el suelo del bosque.
A veces, los visitantes encuentran cosas peores. Eso fue lo que le pasó a Logan Paul, el famoso YouTuber que visitó el bosque para filmar. Paul conocía la reputación del bosque: tenía la intención de exhibir el bosque en toda su gloria misteriosa y silenciosa. Pero no esperaba encontrar un cadáver.
Mantuvo la cámara rodando, incluso mientras él y sus compañeros llamaban a la policía. Publicó la película, que muestra imágenes gráficas de cerca del rostro y el cuerpo de la víctima del suicidio. La decisión habría sido controvertida bajo cualquier circunstancia, pero su risa frente a la cámara fue lo que más sorprendió a los espectadores.
So sorry. pic.twitter.com/JkYXzYsrLX
— Logan Paul (@LoganPaul) January 2, 2018
La reacción del público fue feroz e inmediata. Paul quitó el vídeo, pero no sin protestar. Se disculpó y se defendió diciendo que “tenía la intención de crear conciencia sobre el suicidio y la prevención del suicidio”.
El hombre que se ríe en el vídeo del Bosque de los Suicidios en YouTube ciertamente no parece tener esa intención, pero Paul quiere hacer las paces. Ha señalado la ironía de su propio destino: incluso cuando lo reprendieron por lo que hizo, algunos comentaristas llenos de ira le dijeron que se suicidara.
La polémica ha sido una lección para todos nosotros.