Sociedades pobres pero felices: desafiando las tendencias de satisfacción con la vida

Algunas de las comunidades más felices del planeta residen en áreas con escasos recursos, de reducido tamaño y alejadas de los centros urbanos.

Los habitantes melanesios que residen en las áreas de Roviana y Gizo en las Islas Salomón están entre los grupos más desfavorecidos globalmente. Su modo de vida se basa en la subsistencia, dependiendo principalmente de la pesca y la agricultura para cubrir sus necesidades diarias. De manera ocasional, comercializan sus productos en el mercado local para adquirir alimentos procesados o costear la educación de sus hijos. Los lujos asociados con la vida moderna, como los teléfonos inteligentes, el acceso a Internet, la televisión y los colchones viscoelásticos, son difíciles de encontrar en estas áreas.





Pero a pesar de esta vida materialmente modesta, los melanesios expresan niveles de satisfacción con la vida que superan a los de los habitantes de naciones como Finlandia y Dinamarca, comúnmente reconocidas como las más felices del mundo.

Uno de los descubrimientos más consistentes en los estudios sobre la felicidad es la conexión entre ingresos, riqueza y satisfacción con la vida. Por lo general, se observa que cuanto más dinero posee alguien, mayor es su nivel de satisfacción. Del mismo modo, a nivel nacional, los ciudadanos tienden a ser más felices en países más prósperos.

Sin embargo, como los investigadores están descubriendo ahora, existen excepciones a esta tendencia generalizada. En particular, algunas personas, frecuentemente pertenecientes a comunidades pequeñas y aisladas, muestran niveles de satisfacción con sus vidas comparables a los de aquellos que viven en naciones más ricas. Comprender las razones detrás de este fenómeno podría tener beneficios significativos para todos nosotros.

Riqueza y satisfacción con la vida

Con el propósito de investigar este fenómeno, un nuevo estudio fue llevado a cabo y publicado en las Actas de la Academia Nacional de Ciencias. Científicos de la Universitat Autònoma de Barcelona en España y la Universidad McGill en Canadá emprendieron un viaje alrededor del mundo para encuestar a aproximadamente 3.000 individuos pertenecientes a 19 sociedades de pequeña escala y con bajos recursos, ubicadas en 18 países distintos. Su itinerario incluyó lugares como Kumbungu en Ghana, Laprak en Nepal, Vavatenina en Madagascar y Lonquimay en Chile, entre otros remotos destinos.

Aunque el viaje científico estaba principalmente enfocado en un proyecto más amplio relacionado con el cambio climático , los investigadores también evaluaron la satisfacción con la vida de los participantes.

Según los investigadores, el promedio de satisfacción con la vida entre las 19 sociedades de pequeña escala encuestadas es de 6,8 sobre 10, a pesar de que la mayoría de los lugares tienen ingresos monetarios anuales estimados de menos de 1.000 dólares estadounidenses por persona. Señalaron que valores de satisfacción con la vida tan elevados suelen observarse únicamente en países cuyo PIB per cápita supera los 40.000 dólares al año.

Entonces, ¿qué podría explicar este aumento en los niveles de felicidad? Los antropólogos occidentales que han visitado comunidades de pequeña escala han observado consistentemente que estas personas encuentran gran satisfacción en actividades simples como escuchar música, dar paseos o simplemente relajarse.

Las relaciones con amigos y familiares, junto con la socialización, también aportan una gran dosis de alegría.

Además, los miembros de estas comunidades suelen valorar enormemente el tiempo pasado en la naturaleza. Numerosos estudios respaldan la idea de que estar al aire libre en entornos naturales contribuye a mejorar el estado de ánimo, la salud y el bienestar general.

Una posible razón evidente por la cual las simples alegrías como la interacción social y la conexión con la naturaleza juegan un papel tan significativo en el aumento de la satisfacción con la vida en comunidades de pequeña escala es que muchas de estas sociedades no están altamente monetizadas.

Investigaciones anteriores realizadas por el mismo equipo de la Universitat Autònoma de Barcelona y la Universidad McGill involucraron la visita a otras comunidades pequeñas para comparar su bienestar colectivo. Descubrieron que en aquellas comunidades donde el dinero tenía un papel más predominante, los factores que contribuían a la felicidad cambiaban: las personas pasaban de disfrutar de actividades experienciales en la naturaleza a priorizar los aspectos sociales y económicos. El dinero se asociaba más estrechamente con la felicidad que los simples placeres de la vida.

La conclusión clave, según los investigadores de este estudio, es que la satisfacción con la vida «no depende necesariamente de los altos niveles de consumo material típicamente asociados con ingresos monetarios elevados». Una vez que las necesidades básicas de las personas, como vivienda, alimentación y seguridad, están cubiertas, la felicidad puede encontrarse en las relaciones humanas y en el entorno que nos rodea.

También en GM

Destacamos