Se estima que hoy existen aproximadamente 10 000 religiones en el mundo. La mayoría de nosotros estamos familiarizados con las grandes (cristianismo, islamismo, hinduismo, budismo, etc.), pero cientos de millones también profesan creencias populares, tradicionales o tribales.
Los teólogos, antropólogos y sociólogos son muy buenos para clasificar las religiones. Las personas dedican toda su vida a delinear entre las diferencias más pequeñas y esotéricas. La iconografía, el credo, el ritual, el culto, la oración y la comunidad sirven para trazar las fronteras entre estas religiones.
Pero a esa clasificación se le escapa algo. Fuera de las iglesias, mezquitas, templos y pagodas hay una masa cambiante, enigmática e indefinible: el grupo de personas que pertenecen a algún tipo de ateísmo.
Y no estamos hablando de un pequeño colectivo.
Más de mil millones de personas en todo el mundo no siguen una religión. Por otra parte, constituyen aproximadamente una cuarta parte de la población de los Estados Unidos, lo que convierte al ateísmo en la segunda “creencia” más grande.
Por otra parte, se sabe que alrededor del 60% de la población británica nunca asiste a una iglesia, y que ahora hay más ateos que creyentes en Noruega.
Ciertamente, no todo el ateísmo es igual.
Los tipos de ateísmo
El término “no religioso” es tan amplio que prácticamente pierde sentido. Las palabras secular, agnóstico, ateo, humanista, irreligioso o no religioso no son sinónimos. Esto no es una pedantería quisquillosa. Para los más de mil millones de personas en el mundo que son un tipo particular de ateo, la diferencia importa.
No es una tarea fácil delinear estos sistemas de creencias, sobre todo porque una gran cantidad de ellos se resisten a ser definidos como «creyentes». Algunos sugieren que es mejor describir la no religión como una escala (como la escala de 1-7 del Espectro de probabilidad teísta) que sugiere Richard Dawkins en su libro El espejismo de Dios.
Sin embargo, no todas las religiones tienen que ver con la probabilidad, la certeza o el asentimiento a varias afirmaciones de verdad.
En términos generales, los ateos pueden venir en tres variedades: los no religiosos, los no creyentes y los agnósticos.
Esta lista no pretende ser exhaustiva, pues los tipos de ateísmo a menudo se superponen.
Los no religiosos
El primer tipo de ateísmo significa no suscribirse a una de las grandes religiones tradicionales.
Por ejemplo, China. Un país, a primera vista, enormemente irreligioso: el 91% de los adultos chinos pueden llamarse ateos. Pero gran parte de estos datos, como en la mayoría de las encuestas demográficas, dependen de la «autoidentificación» de los encuestados. El problema es que la mayoría de las personas en el mundo actual entienden la religión de una manera particular. Lo ven como los credos o prácticas formales de las religiones organizadas y establecidas. Significa ir a la iglesia, orar cinco veces al día o creer en las Cuatro Nobles Verdades.
Pero la religión es mucho más amplia que eso.
En el caso de China, mientras el 91% se declara “ateo”, el 70% de la población adulta practica el culto a los antepasados. El 12% se identifica con alguna creencia popular, y la gran mayoría practica la “medicina tradicional” pseudocientífica y casi religiosa.
Para mucha gente, “ateísmo” significa no creer en tal o cual religión formal. Para otros, la palabra podría parecerse más a su etimología, en la que “ateísmo”, en esencia, consiste en descreer de la existencia de Dios (permitiendo el budismo, por ejemplo, que no contempla la presencia de dioses).
Así entonces, muchos en esta categoría podrían describirse como “místicos”, es decir, no creen que ninguna imagen o idea de Dios sea correcta, pero sienten que existe algún tipo de realidad espiritual.
Es algo curioso que puede observarse en todo el mundo.
Un “ateo” también podría creer en ángeles, hadas, karma, un plan divino, un alma, fantasmas, espíritus o tablas de Ouija. Ninguno de estos, por sí solo, constituye una creencia organizada, pero de cualquier modo siguen siendo creencias.
Los no creyentes
El segundo tipo de ateísmo es el que argumenta en contra o rechaza ciertas declaraciones de creencias.
Estos ateos definirán la religión (correcta o incorrectamente) como un conjunto de credos, creencias y declaraciones casi fácticas que ellos llaman falsas. Es el tipo de ateísmo con el que la mayoría está familiarizado y, a menudo, es el tipo que aparece con mayor frecuencia en los foros de mensajes de Internet.
Estos ateos dirán que “Jesús resucitó de entre los muertos”, “el vuelo yóguico es posible”, o “el ángel Jibril le habló a Muhammed”, son afirmaciones que se pueden refutar o no creer. Son hechos para corroborar o desestimar.
Los ateos modernos como Richard Dawkins y Sam Harris, y los más antiguos como David Hume o John Stuart Mill, pertenecen a este tipo. Señalan que perciben como inexacto, contradictorio o absurdo lo que enseña la religión.
El tipo de ateísmo del “no creyente” a menudo atacará los valores de una religión o incluso a los mismos religiosos. Afirman que la religión es lo que conduce a la intolerancia, los prejuicios, el racismo, la misoginia, el genocidio, la violencia, la crueldad, la superstición, la ignorancia, etc., por lo que debe rechazarse de plano.
Los agnósticos
El tercer tipo de ateísmo es el de no compromiso. Se llama agnosticismo.
Si definimos el ateísmo como una declaración de creencia, es decir, “Estoy 100% seguro de que Dios no existe”, entonces hay muy pocos ateos. Muchos de los tipos «no creyentes» se preocupan por las probabilidades y la verificación de afirmaciones de creencias. Pero, dado que muchas de las afirmaciones de la religión son sobrenaturales, es imposible descartarlas por completo.
Los humanos son seres físicos, con sentidos falibles e inteligencia variable. Como tal, muy pocas personas reclamarán certeza sobre lo metafísico e infinito. Muchos de los que se llaman a sí mismos ateos son en realidad agnósticos. Pueden ser aquellos que piensan que es muy, muy poco probable que la religión sea correcta (como lo hace Dawkins) o que aceptan que existe algún grado variable de posibilidad.
Como argumenta William James en su ensayo “La voluntad de creer”, el agnosticismo de este tipo (o “escepticismo”, como él prefiere) equivale al ateísmo. Si pasamos nuestros días sin considerar la religión, sin vivir la vida del creyente, entonces es “como si eligiéramos positivamente no creer”.
La diferencia entre agnósticos y ateos es simplemente epistemológica. Para ambos, la religión simplemente no es importante.
Aprendiendo a hablar sobre la incredulidad
Hablar de creencias (o la falta de ellas) es algo en lo que todos podríamos ser mejores. Según las encuestas, la mitad de los adultos estadounidenses «rara vez o nunca» hablan de religión con personas ajenas a su familia. En el Reino Unido, el antiguo asesor de Tony Blair, Alastair Campbell, dijo una vez: “Nosotros no hacemos Dios”. Su punto era que la religión es un tema de conversación personal (y a menudo desagradable e incómodo) para la mayoría de los británicos.
Sin embargo, se pierde mucho en el proceso.
Nuestras creencias, religiosas o de otro tipo, son las cosas más importantes acerca de quiénes somos. Compartirlas y discutirlas con los demás no solo nos ayuda a comprendernos mejor a nosotros mismos, sino que nos acerca a todos.
El conflicto a menudo nace de la incomprensión y la ignorancia, y se podría evitar mucha discordia mediante un diálogo que busque dilucidar las creencias de las personas.
Examinar los tipos de ateísmo también revela otro tema interesante: la incredulidad. Todos tenemos creencias, pero también todos tenemos incredulidades. Incluso los mismos teístas rechazan la existencia de algunos dioses.