Durante años, la industria alimentaria nos ha vendido la idea de que “todo con moderación está bien”, como si un pastelito al día fuera el secreto de la longevidad. En ese mar de frases hechas y nutricionistas tibios, apareció un personaje que lo grita sin filtro y sin anestesia: el Doctor Bayter. ¿Grita demasiado? Puede ser. ¿Tiene razón? Pues ahí está el dilema.
Porque si uno escucha al Doc por primera vez, entre risas nerviosas y una papita en la mano, piensa: “¡Qué exagerado este tipo! ¡Que si comer harinas es como suicidarse a cucharadas, que si un combo de hamburguesa es el pasaporte al cementerio!” Pero luego, uno empieza a mirar alrededor… y los hospitales están llenos, las farmacias rebosan de “clientes fieles”, y el azúcar parece el ingrediente principal de la dieta mundial. Entonces, ¿de verdad está tan loco?
Bayter no tiene pelos en la lengua (ni en la cabeza). A veces parece más standupero o predicador que médico, pero su mensaje tiene algo que puede molestar: verdades incómodas, dichas sin vaselina. ¿Será por eso que tantos lo critican? Porque, seamos honestos, nadie quiere que le quiten el pan, ni literal ni figuradamente.
Lo curioso es que muchos de los que lo tachan de extremista, no tienen problema en recomendar medicinas de por vida, dietas llenas de productos “light” (con más químicos que una planta nuclear) y cirugías como solución mágica. Pero cuando un tipo dice: “Deja de comer mierda y tu cuerpo se curará solo”, ¡ah, no! Eso sí es una locura, ¿no?
¿Café o energizante? ¿Con cuál se quedan? pic.twitter.com/fZNQxDnWrE
— Doctor Bayter (@doctorbayter) September 14, 2024
Lo que molesta de Bayter no es solo lo que dice, sino cómo lo dice. No acaricia oídos, no da vueltas, no pide permiso. Pero ¿acaso el corazón de alguien que come mal sí da vueltas antes de colapsar? ¿El hígado pregunta antes de fallar? No. El cuerpo cobra factura sin avisar. Y Bayter solo avisa, con megáfono y sarcasmo incluido.
Detractores no le faltan. Especialistas, académicos, nutriólogos de televisión y redes sociales lo acusan de simplista, de alarmista, incluso de peligroso. Pero mientras ellos escriben papers que nadie lee, Bayter se gana millones de visualizaciones y cambia mentalidades. ¿No es eso también una forma de medicina preventiva?
Claro, su estilo no es para todos. Hay quienes prefieren una voz suave que diga: “Puedes darte tus gusticos”. Pero el problema es que el “gustico” se vuelve costumbre, la costumbre se vuelve adicción, y la adicción termina en una cita con el endocrino… o con el sepulturero.
Lo cierto es que, polémico o no, el tipo está generando conversación. En un mundo saturado de consejos políticamente correctos, aparece él como una especie de punk del metabolismo, rompiendo esquemas y sirviendo verdades crudas como ensalada sin aderezo.
¿Es un salvador? No. ¿Es perfecto? Tampoco. Pero es un grito de alerta en medio de un susurro generalizado. Mientras muchos tratan la enfermedad, él ataca la causa. Y aunque suene como un vendedor de apocalipsis, lo hace con ciencia detrás y resultados a la vista.
Porque, al final, el debate no es sobre el Doctor Bayter, sino sobre nosotros: ¿preferimos la comodidad de la ignorancia dulce o el incómodo camino de la salud consciente? ¿Queremos seguir creyendo que todo está bien mientras tomamos pastillas, o empezar a escuchar a quien nos dice que la solución no está en la farmacia, sino en la nevera?
Así que, sí, puede que Bayter grite. Puede que te haga sentir culpable mientras te comes una dona. Pero si eso te salva el hígado, el corazón o la vida… tal vez, solo tal vez, ese loco tenga más razón de la que estamos dispuestos a aceptar.