La testosterona, perteneciente al grupo de los andrógenos, es una hormona esteroide fundamental en el desarrollo y preservación de atributos sexuales masculinos, como la profundización de la voz, el crecimiento del vello facial y corporal, y el aumento de la masa muscular.
Principalmente producida en los testículos en hombres y en los ovarios en mujeres, aunque en cantidades menores, esta hormona desempeña un papel crucial en la salud ósea, la distribución de la grasa corporal y la producción de células sanguíneas. Además, ejerce influencia en aspectos del bienestar emocional y psicológico, como el estado de ánimo y la libido.
En el contexto deportivo y del culturismo, la testosterona es reconocida por sus efectos anabolizantes, los cuales se refieren a su capacidad para incrementar la masa muscular y la fuerza. Esto la hace de interés para quienes buscan mejorar su rendimiento físico. Junto con otros anabolizantes hormonales, ha encontrado un espacio no solo entre atletas profesionales, sino también en la población en general, abarcando culturistas, frecuentadores de gimnasios y adolescentes.
El tema del dopaje es histórico
Desde la antigüedad hasta la actualidad, el deseo de superar las capacidades humanas mediante el uso de sustancias para mejorar el rendimiento ha sido una constante, evidente en las prácticas de los antiguos griegos y romanos, así como en los atletas contemporáneos. Sin embargo, fue en 1967 cuando se dio el primer paso hacia la regulación del dopaje por parte del Comité Olímpico Internacional, al establecer una lista de sustancias prohibidas que se ha ido actualizando con el tiempo.
No obstante, a pesar de la prohibición en eventos competitivos oficiales por parte de entidades como la Agencia Mundial Antidopaje y los comités olímpicos, el uso de estas sustancias para dopaje continúa tanto en el ámbito deportivo de élite como en el amateur .
La forma en que se administran, como el «stacking» y el «cycling», refleja la cultura problemática del dopaje que se ha arraigado en algunos ámbitos deportivos y de fitness. No obstante, es complicado estimar con precisión cuán extendido está su uso, dado que estas sustancias suelen adquirirse de manera clandestina, muchas veces a través de Internet.
Riesgos para la salud
Los andrógenos anabolizantes, como la testosterona, son categorizados en función de su modalidad de uso y sus efectos fisiológicos y adversos. Aunque pueden tener beneficios en condiciones médicas específicas, como el tratamiento del hipogonadismo, su empleo fuera de los límites fisiológicos en el ámbito deportivo conlleva riesgos significativos para la salud. Los efectos abarcan desde el aumento de la masa muscular y la mejora de la fuerza hasta una serie de consecuencias negativas que afectan prácticamente a todos los sistemas del cuerpo.
Estos riesgos incluyen complicaciones neuropsiquiátricas y cardiovasculares, así como problemas endocrinos como el hipogonadismo, el cual es el efecto secundario más común y motivo frecuente de consultas médicas.
Frecuencia de uso
Un estudio llevado a cabo entre estudiantes universitarios en Estados Unidos y varios países europeos reveló que entre el 1% y el 5% había utilizado anabolizantes. Además, un análisis realizado entre 6000 jóvenes suecos reveló que entre el 2,8% y el 3,6% de los chicos habían recurrido a estos compuestos, mientras que no se registraron casos entre las chicas.
Un metaanálisis que recopiló datos de diversas naciones encontró una tasa de consumo del 6,4% en hombres y del 1,6% en mujeres. Sin embargo, estos resultados podrían estar inflados debido a la mayor presencia de culturistas, deportistas, gimnastas y personas encarceladas en la muestra.
Por otra parte, un estudio en Alemania reveló que el 13,5% de los habituales en gimnasios admitieron haber utilizado anabolizantes en algún momento, con un 3,9% de mujeres en ese grupo. En Irán, un estudio señaló que el 51,7% de los culturistas había usado sustancias para mejorar el rendimiento, y de estos, el 79,4% optó por anabolizantes androgénicos. Recientemente, una investigación similar estimó que el 36,2% de un grupo comparable había consumido este tipo de productos.
Técnicas de detección
Los esfuerzos por identificar y penalizar el uso de anabolizantes han experimentado avances significativos, desde la evaluación del índice testosterona/epitestosterona hasta la aplicación de tecnologías más sofisticadas como la espectrometría de masas. No obstante, la lucha contra el dopaje presenta desafíos multifacéticos, enfrentándose no solo a las limitaciones técnicas de detección, sino también al constante desarrollo del mercado negro y a la desmedida ambición de algunos por alcanzar la gloria deportiva a cualquier coste.
En resumen, la testosterona y otras sustancias anabolizantes plantean un desafío complejo para el deporte contemporáneo, que se encuentra en una encrucijada entre consideraciones éticas, de salud y rendimiento. Abordar este dilema no solo implica la implementación de estrictos controles y sanciones, sino también la promoción de una educación integral que fomente valores deportivos genuinos y un compromiso auténtico con la salud de los deportistas.