El oficial de la Alemania nazi Otto Rolf Skorzeny, etiquetado como “el hombre más peligroso de Europa” por las fuerzas de inteligencia norteamericanas e inglesas, nació en Viena y, tras una vida marcada por desmesuradas acciones, pasó sus últimos días en España, protegido por el dictador Francisco Franco.
Skorzeny fue apodado por los estadounidenses como Caracortada debido a las grandes cicatrices que surcaban sus mejillas.
Comandó una operación para rescatar al dictador italiano Benito Mussolini, preso en un hotel de los Montes Apeninos con la intención de ser entregado a los Aliados. Esta acción se convirtió en su su mayor proeza, lo cual lo llevo a ser considerado uno de los oficiales preferidos de Adolf Hitler.
Como parte del engranaje del nacionalsocialismo, Caracortada estuvo inicialmente al frente de los Servicios de Inteligencia de la Oficina Central de Seguridad del Reich, asentada en Berlín.
A partir de allí, el nazismo le delegó la jefatura de sus comandos y el entrenamiento de tropas para la ejecución de acciones especiales y de alta seguridad, como sabotajes, guerra de guerrillas, secuestros y espionaje a través de una unidad llamada Friedenthal.
Misiones secretas
Fue con este escuadrón que Caracortada se ganó el reconocimiento del führer al dirigir una sorpresiva emboscada, denominada Misión Roble, para liberar a Mussolini. La acción de unos cuantos paracaidistas permitió someter, sin hacer uso de las armas, a los carceleros del líder italiano, quien luego fue trasladado a Viena, ciudad de dominio alemán durante aquellos tiempos.
El propio Winston Churchill, primer ministro del Reino Unido, catalogó de “gran audacia militar” la operación de rescate encabezada por Caracortada.
Ante el éxito obtenido, recibió las felicitaciones, además de la Cruz de Caballero y el rango de Sturmbannführer de las Waffen SS, de parte de Adolf Hitler en persona.
El oficial continuó con muchas misiones tanto en Hungría como en Yugoslavia, la mayoría de las veces para neutralizar movimientos de resistencia (partisanos) y demás enemigos del führer.
El mismísimo Hitler lo convocaba a su “Guarida del Lobo”, a fin de impartirle órdenes para la ejecución de operaciones de máximo secreto.
También como comandante de su elitesca tropa de las SS se le asignaron los entrenamientos de cara a un ataque en las Ardenas, en Bélgica, conocido como Operación Wacht am Rhein.
A los nazis les llegaba su fin y, decepcionado por no hallar el reducto nacional, “último bastión nacionalsocialista”, el oficial se entregó en mayo de 1945 ante un pelotón norteamericano.
Dos años después (1947) Caracortada fue acusado por crímenes de guerra, sobre todo por el caso de Ardenas, y quedó sometido a los juicios de Dachau. Sin embargo, no lo declararon culpable por esas bélicas acciones.
Aun así, Caracortada debía rendir cuentas por otros delitos cometidos como oficial de la SS y permaneció como prisionero de guerra, tal como lo demandaban distintas naciones.
Y lo que seguiría
Otto Skorzeny o Caracortada fue llevado a diferentes prisiones en un lapso de tres años, luego de los cuales logró escapar y llegar a España con la ayuda de excompañeros de las fuerzas oficiales nazis.
Posteriormente hizo una serie de viajes a la capital de Argentina y allí pudo conocer al presidente Juan Domingo Perón, quien lo designó responsable de la seguridad y asistente de Eva Perón.
Hecha esta tarea se fue a Irlanda, donde quiso criar caballos. Sin embargo, sus constantes viajes a ese país y el hecho de tener una granja allí no bastaron para lograr la residencia permanente.
Ya en los años 60, los medios de comunicación manejaban información sobre presuntos hechos ilícitos cometidos por Caracortada y publicaron la noticia sobre una ruta de fuga abierta por él mismo para sacar a nazis desde tierras españolas y ocultarlos en su propiedad de Irlanda.
Una vez más quedó exento de cualquier acusación por falta de pruebas.
El hallazgo de nuevos documentos sobre las actividades del exoficial de la SS da cuenta de que éste ofreció sus servicios a la Mossad, compañía secreta de inteligencia de Israel, con lo cual recibió impunidad para residenciarse en España, donde se quedó hasta el día de su fallecimiento.
La muerte le sobrevino a Caracortada en 1975, cuando tenía 67 años, y jamás declinó de sus convicciones nazistas. Fue cremado en Madrid y el ataúd con sus cenizas fue llevado en un recorrido que abarcó parte de Alemania y Austria, donde neonazis de distintos países europeos se dieron cita para rendirle tributo.