La revista PNAS publicó en 2019 un artículo en el cual un grupo de investigadores noruegos y suizos propusieron construir algunas islas flotantes que permitirían minimizar la existencia de dióxido de carbono en nuestra atmósfera.
Estas islas estarían estructuradas en el mar en forma de clústeres, lo que podría hacer que esos gases que producen el efecto invernadero se transforme en metanol líquido.
Una tecnología ya inventada
Cuando Newsweek contactó a los científicos para hacerles algunas preguntas relativas al proyecto, estos contestaron que la tecnología ya estaba inventada, pues años atrás el gobierno noruego la obtuvo con la finalidad de construir piscifactorías en alta mar.
Este tipo de creaciones requería una fuente de energía renovable que además fuese independiente, lo que los llevó a crearlas bajo el concepto de “islas solares”, es decir, recibirían energía procedente del sol.
Con esto se busca cuidar el clima de los efectos negativos que produce la quema de combustibles de carácter fósil, con lo cual habría la posibilidad de reducir los niveles del CO2 en el planeta.
Para ello, se haría necesario colocar en el océano 3,2 millones de estas islas. De colocarse esta cifra, los investigadores aseguran que tendrían una capacidad para procesar la cantidad total de emisiones globales derivadas de la quema de combustibles tradicionales.
¿Cómo convertir el CO2 en combustible?
Este diseño demanda que se usen varias células fotovoltaicas, las cuales transformarían toda la energía proveniente del sol en electricidad, lo que al mismo tiempo ayudaría a la extracción del dióxido del agua marina. Así, a través de una reacción química, lo que hoy es gas sería entonces metanol, que tendría la ventaja de poder ser recolectado y trasladado como un combustible hacia el consumidor final.
Para formar una planta de energía se necesitarían cerca de 70 islas artificiales que abarcarían aproximadamente un área de un kilómetro cuadrado. Las islas podrían ser situadas en espacios donde exista poca incidencia de huracanes, donde las olas no alcancen más de siete metros de altura y el lecho del mar no se encuentre por debajo de 600 metros, ya que de lo contrario sería muy complicado hacer un anclaje adecuado de las mismas.
Por ahora, las zonas recomendables para darle luz verde al proyecto serían las costas de América del Sur, Australia y el Sudeste de Asia.