Usar palabras grandilocuentes no te hace sonar más inteligente

George Orwell expresó sabiamente: "Nunca uses una palabra larga cuando una corta es suficiente".

¿El uso de un lenguaje grandilocuente, caracterizado por construcciones complejas y una amplia variedad de vocabulario, aumenta la percepción de la inteligencia del autor por parte de los consumidores de información? ¿O es mejor mantenerlo simple?





Un estudio divertido de psicología se propuso responder a esta pregunta mediante pruebas. El autor solicitó a distintos lectores que evaluaran diversas versiones de varios textos, escritos con diferentes niveles de complejidad en la redacción y estructura. Las preferencias de los lectores fueron claras y revelaron verdades interesantes en el proceso.

Por ejemplo, los lectores mostraron preferencia por los ensayos de admisión a programas de posgrado que empleaban palabras más pequeñas y simples, en lugar de aquellos que utilizaban términos más largos extraídos de un diccionario de sinónimos. Aunque la calidad de los ensayos variaba, el autor señaló:

La complejidad no enmascaró las deficiencias de los ensayos mediocres, ni mejoró la apreciación de los ensayos de alta calidad.

En otras palabras, el novelista, periodista, ensayista y crítico británico George Orwell lo expresó de manera acertada:

Nunca uses una palabra larga cuando una corta es suficiente.

Sin embargo, cabe preguntarse si los lectores se desanimaron no tanto por las palabras complejas, sino por la torpeza que resultaba de su uso en el texto. Para poner a prueba esta idea, se presentó a diferentes lectores un fragmento de texto desconocido (el resumen de una tesis doctoral) de dos formas distintas. La primera versión era el texto original, que contenía numerosas palabras largas y complejas. La segunda versión era una simplificación que reemplazaba algunas palabras largas por otras más pequeñas y simples. Los lectores otorgaron mejores calificaciones a la versión simplificada, a pesar de ser una modificación del texto original.

Descartes vs. Descartes

A los lectores también se les presentaron los siguientes dos textos, siendo la mitad de ellos asignados al primero y la otra mitad al segundo:

Quedan muchas cuestiones por investigar relacionadas con los atributos de Dios, así como conmigo mismo y la naturaleza de mi mente. Tal vez retomaré estos temas en otro momento, ya que ahora nada parece más urgente (después de advertir sobre lo necesario y los pasos para alcanzar la verdad) que tratar de superar las dudas en las que me he sumido en los días anteriores, y comprobar si es posible conocer algo seguro en relación con las cosas materiales.

Aún hay muchos otros asuntos por considerar respecto a los atributos de Dios, mi propia naturaleza o mente. Sin embargo, posiblemente retomaré la investigación de estos temas en otra ocasión. Ahora (después de señalar lo que se debe hacer o evitar para alcanzar el conocimiento de la verdad), mi principal tarea es intentar salir del estado de duda en el que he caído en los últimos días y ver si es posible conocer algo cierto acerca de las cosas materiales.

Como era de esperar, los lectores del primer texto lo consideraron más complejo, mientras que los lectores del segundo lo percibieron como más inteligente.

Sin embargo, aquí está el dilema: ambos textos son en realidad el mismo, las «Meditaciones» de René Descartes, pero traducidos de manera diferente por dos personas distintas. Esto evita por completo la cuestión de la manipulación del texto y resalta una vez más la importancia de la simplicidad.

Pero, ¿qué sucede si se les informa a los lectores que el autor del texto es Descartes? Eso cambia las cosas.

Cuando se les hizo saber sobre la autoría del famoso filósofo, los lectores otorgaron calificaciones más altas tanto a las traducciones simples como a las complejas. El prestigio importa, incluso si el texto es difícil de entender. Al parecer, los pensadores reconocidos pueden romper la regla de que «lo simple es más inteligente».

Entonces, ¿por qué, en igualdad de condiciones, los lectores tienden a creer que los autores que utilizan un lenguaje más complejo son menos inteligentes que aquellos que escriben de manera más simple? La sabiduría popular sugiere que hacer las cosas complejas es fácil, pero hacerlas simples es verdaderamente ingenioso. El autor del estudio propone una explicación más técnica: la fluidez.

Los lectores evalúan la inteligencia de un autor no solo por la calidad de sus argumentos, sino también por qué tan bien comprenden lo que el autor intenta transmitir. El uso de palabras y oraciones simples aclara el punto. Las palabras grandilocuentes no hacen que la escritura suene inteligente; más bien, la dificultan de entender.

Para respaldar su hipótesis, el autor realizó un experimento en el que asignó a algunos lectores un texto impreso en una fuente de difícil lectura, mientras que otros recibieron el texto en la común fuente Times New Roman. Aunque el contenido era exactamente el mismo, los lectores otorgaron calificaciones significativamente más bajas al texto con una fuente de difícil lectura.

El consejo para los escritores es sencillo: facilita las cosas a tus lectores y te considerarán brillante.

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