La mayoría de los viajeros, por no decir que todos, aseguran que la comida de los aviones es muy mala. Sea que pruebes la pasta o el pollo, la razón de no disfrutar de los alimentos en un vuelo parece no estar en sus ingredientes sino en nosotros mismos.
Hay que tomar en cuenta que se trata de comida recalentada y por ende, se torna seca más rápido y la textura no es la más agradable. Sin embargo, en el interesante vídeo que Patrick Jones hizo para el canal Cheddar en YouTube, explicó que todo tiene que ver con una deficiencia de nuestra capacidad del gusto en condiciones de vuelo.
Jones achacó el problema de paladar a la baja humedad del aire presurizado en la cabina de los pasajeros, que con un nivel de apenas un 20%, termina afectando nuestro sentido del olfato y el gusto.
Factor ruido
El ruido fue incluido como otra variable de afectación en una investigación realizada en 2015. El psicólogo Charles Spence consideró que la capacidad del gusto también se ve afectada por el intenso zumbido de los motores del avión durante vuelos prolongados.
El resultado fue que a excepción del umami (sabroso), en las alturas se suavizan los sabores salados, dulces y ácidos. A este fenómeno se le podría atribuir que la comida nos parezca sin sabor y que en ocasiones le hallemos un gustillo raro.
Esta decadencia de las comidas en los vuelos también fue resultado de la ley de mercado impulsada por las aerolíneas de Estados Unidos en 1978, en el que se les dio libertad para elegir sus destinos y fijar las tarifas de sus boletos sin ningún tipo de regulaciones, lo que dio entradas a las nuevas leyes de oferta y demanda.
En busca de mayor rentabilidad, las compañías hallaron en los menús de lujo la oportunidad de reducir los costes operativos. De esa manera, el solomillo, la langosta o el caviar que se acostumbraba a servir en los años 50 y 60, pasó a ser con algo de suerte pasta o pollo. Aunque algunas solo te dan una bolsa de maníes.