La dependencia de opioides, especialmente el fentanilo, ha escalado hasta convertirse en una alarmante crisis sanitaria en Estados Unidos. Algunas zonas del país se han transformado en auténticos territorios zombis , donde la droga ha atrapado a la población.
Tanto el Gobierno como las instituciones de salud se encuentran en un dilema sobre cómo frenar un problema complejo y multifacético. Aunque las raíces del problema son tanto económicas como sociales, también se está contemplando el desarrollo de una vacuna contra el fentanilo como una posible táctica para reducir las muertes por sobredosis.
Científicos de la Universidad de Montana junto con sus colaboradores están avanzando hacia la fase de pruebas en humanos para vacunas que podrían evitar sobredosis de fentanilo y heroína.
Existen diferencias notables entre los opioides y un patógeno viral, como el que provoca la COVID-19. Mientras que los virus suelen transmitirse sin intención, sustancias como el fentanilo y la heroína son ingeridas voluntariamente. No obstante, aunque el consumo sea deliberado, es posible fortalecer el sistema inmunitario para resistir su impacto.
Precisamente aquí entra en juego la vacuna contra el fentanilo. Su mecanismo busca estimular nuestro sistema inmunitario para que genere anticuerpos capaces de neutralizar este opioide y otros similares, evitando que lleguen al cerebro. De esta manera, se mitigan sus efectos y se reduce significativamente el riesgo de una sobredosis letal. Aunque las pruebas se han limitado a animales como ratones y cerdos, se planea iniciar ensayos clínicos en seres humanos en 2024.
¿Una vacuna contra el fentanilo será la solución?
Los resultados preliminares de esta vacuna en experimentos con animales han sido prometedores. Por lo tanto, se tiene previsto que los ensayos clínicos en humanos den inicio en 2024, aunque de manera gradual.
Inicialmente se administrará una dosis mínima, probablemente insuficiente, con el propósito de evaluar la seguridad del tratamiento. Este es el protocolo estándar en los ensayos farmacológicos. Si no surgen efectos adversos significativos, la dosis se irá incrementando hasta alcanzar una cantidad que sea tanto segura como efectiva para la generación de anticuerpos.
Esto implica que todavía tendremos que esperar para confirmar si esta vacuna contra el fentanilo se materializa como una solución real.
Es por ello que se deben explorar alternativas adicionales. La accesibilidad a la droga, sumada a las condiciones sociales subyacentes, actúa como un catalizador para estas adicciones. Se deben atacar estas áreas mientras tanto.
Lo positivo de esta vacuna es que, debido a un adyuvante que amplifica su efecto, la inmunidad podría durar entre 2 y 4 años. Durante ese período, aunque los individuos vacunados ingieran opioides, la probabilidad de sufrir una sobredosis sería mínima.
En definitiva, la certeza de la eficacia de esta vacuna solo se logrará al concluir los ensayos clínicos en humanos. Mantendremos la mirada atenta sobre los avances de este enfoque innovador contra un problema que se originó en Estados Unidos pero que se extiende a nivel global como una epidemia en expansión.