El consumo de aspartamo, un edulcorante artificial ampliamente utilizado, podría incrementar la posibilidad de padecer enfermedades cardiovasculares debido a una reacción química recientemente identificada que afecta el recubrimiento de las arterias.
Un equipo de investigadores procedentes de Suecia, China y Estados Unidos administró a un grupo de ratones dosis de aspartamo durante un periodo de 12 semanas. La cantidad suministrada equivalía al consumo diario de aproximadamente tres latas de refresco sin azúcar en seres humanos.
Algunos de los ratones fueron modificados genéticamente para que carecieran de un gen esencial en el metabolismo, lo que permitía que la insulina tuviera un acceso sin restricciones a ciertos receptores en su organismo.
En comparación con los ratones que no recibieron el edulcorante, aquellos expuestos al aspartamo presentaron niveles más elevados de insulina, inflamación en los vasos sanguíneos y una mayor acumulación de placas de grasa en sus arterias. Todos estos factores están vinculados con un aumento en el riesgo de ataques al corazón y accidentes cerebrovasculares.
«Es fundamental señalar que estos resultados aún no han sido confirmados en humanos», aclara James Leiper, fisiólogo cardiovascular de la British Heart Foundation, quien no participó en la investigación.
«Los hallazgos subrayan la necesidad de continuar estudiando si estos compuestos en nuestra alimentación y su impacto sobre la insulina pueden estar contribuyendo a un incremento en el riesgo de enfermedades cardiovasculares», añade Leiper.

A pesar de que previamente se ha vinculado a los edulcorantes artificiales con alteraciones en la respuesta de la insulina, todavía queda mucho por comprender sobre los procesos biológicos implicados y sus posibles consecuencias para la salud. Este aspecto fue uno de los motores principales del presente estudio.
Los científicos identificaron una molécula de señalización denominada CX3CL1, cuya actividad se intensificaba a medida que aumentaban los niveles de insulina. Al eliminar los receptores de esta molécula en los ratones, se evitó la acumulación peligrosa de placa en las arterias, lo que sugiere que CX3CL1 podría ser un factor clave en el desarrollo de daño cardiovascular y, por ende, un posible objetivo terapéutico.
«Dado que el flujo sanguíneo en las arterias es fuerte y constante, la mayoría de los compuestos químicos deberían ser eliminados rápidamente con la circulación de la sangre», explica Yihai Cao, bíologo vascular del Instituto Karolinska en Suecia.
«Curiosamente, no sucede así con el CX3CL1. Esta molécula permanece adherida al revestimiento interno de los vasos sanguíneos y actúa como un anzuelo que atrapa células inmunitarias a su paso».
Los efectos negativos observados en los ratones expuestos al aspartamo parecen estar relacionados con su elevada capacidad edulcorante, que es aproximadamente 200 veces superior a la del azúcar. Este factor podría provocar una activación excesiva de los receptores situados en la boca y el tracto intestinal, lo que a su vez estimularía una mayor producción de insulina.
Este fenómeno podría explicar los efectos perjudiciales sobre la salud vascular y el endurecimiento de las arterias (aterosclerosis). No obstante, será necesario realizar estudios adicionales para determinar si el mismo mecanismo se replica en seres humanos.
«Los edulcorantes artificiales están presentes en una gran variedad de productos alimenticios, por lo que es fundamental comprender su impacto en la salud a largo plazo», enfatiza Cao.
Si bien suelen promocionarse como una alternativa más saludable al azúcar, cuyo consumo excesivo también conlleva riesgos, estos edulcorantes han sido vinculados en estudios previos con un posible aumento en la incidencia de cáncer, niveles elevados de ansiedad y dificultades en el aprendizaje.

Sin embargo, esto no significa que la mejor opción sea sustituir los edulcorantes artificiales por azúcar. El químico Oliver Jones, de la Universidad RMIT en Australia, manifiesta ciertas reservas con respecto a este estudio.
«Si bien este trabajo no demuestra que el aspartamo incremente el riesgo cardiovascular, en caso de que tuviera algún efecto, este sería probablemente insignificante en comparación con factores como dietas ricas en grasas y azúcares o la falta de actividad física», comenta Jones.
«En conclusión, no considero que este estudio, por sí solo, ofrezca razones suficientes para aumentar nuestra preocupación sobre el consumo de refrescos sin azúcar o aspartamo».
Dado que influyen numerosos factores, se requiere un análisis más profundo. Aunque los experimentos se llevaron a cabo en ratones modificados genéticamente para ser más sensibles a los efectos de la insulina, los resultados ponen de manifiesto cómo los niveles elevados de esta hormona pueden afectar el recubrimiento arterial.
«Es esencial comprender los mecanismos por los cuales los edulcorantes artificiales pueden agravar la aterosclerosis, con el fin de desarrollar estrategias de prevención y tratamiento para enfermedades cardiovasculares», concluyen los investigadores en su estudio publicado.