El fallecimiento de un papa detiene el ritmo habitual en el corazón del Vaticano. Las campanas resuenan, el mundo entero presta atención y se activa el engranaje ancestral del catolicismo.
Más que el final de un papado, es el inicio de una ceremonia casi mística para designar al nuevo sucesor de San Pedro, aquel pescador al que Jesús encomendó su Iglesia. La selección de un nuevo pontífice está envuelta en tradición, solemnidad y una fuerte carga espiritual.
Aquí tienes, paso a paso, cómo se escoge al nuevo papa:
Primer paso: Las exequias
Todo da comienzo con el funeral. Este acto litúrgico se extiende durante nueve días consecutivos —conocidos como novemdiales— y convoca a miles de fieles en la emblemática Plaza de San Pedro.
Durante este periodo, el cuerpo del pontífice fallecido es venerado públicamente mientras se celebran ceremonias cargadas de simbolismo y tradición. Al finalizar esta etapa, todo está listo para avanzar hacia el siguiente momento crucial: el cónclave.
Segundo paso: El encierro cardenalicio
El término cónclave deriva del latín cum clave, que significa literalmente “con llave”, reflejando el aislamiento absoluto de quienes participan en esta elección.
Es una convocatoria única en su tipo, profundamente espiritual, en la que los cardenales con derecho a voto —menores de 80 años— quedan totalmente incomunicados dentro del Vaticano con el fin de designar al próximo papa.
Lejos de ser una simple elección, se trata de un proceso donde el silencio, la oración y la reflexión interior desempeñan un papel fundamental, buscando que la decisión esté guiada tanto por el juicio como por la fe.
Una vez que la Sede Apostólica queda vacante, los cardenales, conocidos también como los príncipes de la Iglesia, se encierran en la Capilla Sixtina, bajo la impresionante obra de Miguel Ángel.
Antes de ingresar, cada uno jura guardar un silencio absoluto sobre todo lo que suceda dentro del cónclave. Durante ese tiempo, se les retiran los dispositivos electrónicos y se restringe cualquier contacto con el exterior, garantizando un clima libre de presiones externas.
El ritmo diario durante el cónclave se asemeja al de un monasterio: misas al amanecer, oraciones en comunidad y sesiones de votación que pueden repetirse hasta cuatro veces al día.
Este proceso puede prolongarse durante varios días, incluso semanas, y se requieren al menos dos tercios de los votos para que un cardenal sea elegido como nuevo pontífice.
Tercer paso: El humo que lo revela todo
Para que se anuncie un nuevo papa, se necesita una mayoría cualificada, es decir, dos tercios de los votos emitidos. Al concluir cada ronda de votación, las papeletas se queman en una estufa especial.
Si la decisión aún no se ha alcanzado, el humo que sale por la chimenea de la Capilla Sixtina es negro (fumata nera), señal de que aún no hay nuevo líder. En cambio, cuando el humo es blanco (fumata bianca), el mundo entero celebra: la Iglesia ya tiene nuevo pastor.
Ese instante —en el que el humo blanco se eleva al cielo de Roma acompañado del repicar de campanas— es de los más emocionantes para los católicos y espectadores de todo el mundo.
Después de aceptar su elección, el nuevo papa escoge el nombre que llevará durante su pontificado, un gesto con frecuencia cargado de significado espiritual o simbólico. Por último, se asoma al balcón central de la Basílica de San Pedro para pronunciar las históricas palabras Habemus Papam, dando así comienzo a un nuevo capítulo en la historia de la Iglesia.