Hace un siglo en Francia, oler mal era signo de salud y vitalidad

La conocida resistencia de Francia a la higiene evolucionó paulatinamente a medida que las fuerzas armadas y las instituciones educativas impulsaron una nueva cultura de limpieza.

El progreso del mundo industrializado se manifestó en numerosos aspectos sorprendentes. Como señala el historiador Steven Zdatny, uno de los más evidentes, si pudiésemos retroceder al siglo XIX, serían los aromas distintivos. Zdatny destaca el caso de Francia, donde las emanaciones personales intensas pasaron de ser toleradas a ser absolutamente rechazadas .





Durante el XIX y comienzos del XX en Francia, indica Zdatny, muchos individuos sencillamente no practicaban el aseo personal. Los habitantes rurales solían pensar que la mugre actuaba como una barrera protectora y que el potente olor corporal era indicativo de vigor y potencia.

En las áreas urbanas y periféricas, la infraestructura para el aseo era escasa y las opciones para la eliminación higiénica de residuos eran nulas. Además, el pudor relacionado con el cuerpo prevalecía en toda la población, y algunos expertos sostenían que bañarse podía incitar «pensamientos impuros».

Estos conceptos perduraron en el tiempo. Una dama narró que, mientras residía en un convento carmelita en la década de 1930, limpiar cualquier parte del cuerpo más allá de manos, rostro y pies era considerado un “pecado grave”.

Sin embargo, desde mediados del siglo XIX, las instituciones educativas comenzaron a instruir sobre prácticas higiénicas. Pero el proceso fue pausado. Un docente de un poblado reveló en 1924 que ninguno de sus estudiantes había manejado un cepillo dental.

Otra fuente de enseñanza higiénica fue el sector militar. Durante años, los altos mandos se habían lamentado de la mala condición física de los reclutas, atribuida en parte a la negligencia en la higiene.

Tras el revés francés en la contienda contra Alemania entre 1870-1871, el ejército redobló esfuerzos para corregir esta situación, implementando sistemas de saneamiento en los cuarteles, erradicando plagas y fomentando el uso de artículos de higiene personal. A pesar de las reticencias iniciales, el periodo en las fuerzas armadas modificó la perspectiva de muchos sobre el aseo.

No obstante, aunque las campañas educativas y militares tuvieron un impacto, si no existían medios para lavarse, eran en vano. Por ello, las autoridades empezaron a desarrollar infraestructuras sanitarias, limpieza de vías fluviales e instar a los dueños de propiedades a conectarse a redes de agua y drenaje.

A pesar de la resistencia debido a los costos involucrados, poco a poco, millones de hogares franceses contaron con acceso a agua potable. El resultado en la salud fue palpable, con la tasa de mortalidad infantil disminuyendo un 64% entre 1901 y 1948.

Posterior a la Segunda Guerra Mundial, diversos factores impulsaron un renovado énfasis en la higiene. El incremento en la edificación de viviendas garantizó más hogares equipados con cuartos de baño. La posguerra también vio un incremento en la promoción de productos de limpieza y el acceso al crédito facilitó la adquisición de electrodomésticos que simplificaban las tareas domésticas.

Con esta combinación de un cambio de mentalidad, avances tecnológicos y un auge del consumismo, la percepción de la higiene en Francia, y globalmente, experimentó una transformación irreversible.

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