María Pombo es una influencer española con millones de seguidores en Instagram y otras redes sociales. Conocida por su estilo de vida aspiracional, sus consejos de moda y belleza, y su capacidad para viralizar tendencias, se ha convertido en un referente generacional para jóvenes de España y América Latina. Sin embargo, en un reciente vídeo, decidió dar su opinión sobre la lectura… y el resultado ha sido tan polémico como desconcertante.
En su mensaje, Pombo defendía la libertad de no leer, una postura legítima a nivel individual. Pero al expresarla desde una posición de influencia masiva, la línea entre opinión personal y desinformación se difumina peligrosamente. Cuando alguien con millones de seguidores trivializa un hábito respaldado por décadas de evidencia científica, el impacto puede ser más profundo de lo que parece.
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La lectura, esa actividad celebrada durante siglos como clave para la educación, el pensamiento crítico y la imaginación, parece haber caído en desgracia ante los ojos de Pombo. Los beneficios son tan claros que la neurociencia los respalda: mejora la memoria, la concentración y la empatía, y reduce el estrés. Ignorar estos datos no es simplemente una elección personal; es un acto de indolencia intelectual.
La lectura según la ciencia
Diversos estudios, incluidos los del Boston Children’s Hospital y la Universidad de Sussex, han demostrado que leer activa áreas cerebrales esenciales para la comprensión del lenguaje y la memoria, además de disminuir el estrés. Sin embargo, en la era de los influencers, este tipo de evidencia parece tener menos peso que un filtro de Instagram o un tutorial de smoothie detox.
Leer es un entrenamiento silencioso para la mente. Cada página exige concentración, memoria y análisis crítico. Comparado con el scroll infinito en redes sociales, la lectura es un gimnasio cerebral; Pombo, en cambio, parece preferir la natación en la piscina de la superficialidad digital.
Además, la lectura fomenta la empatía. Al ponerse en el lugar de los personajes, los lectores desarrollan una mayor comprensión de las emociones ajenas, algo que podría resultar útil en sociedades polarizadas. Pero para Pombo, un selfie con la pose adecuada probablemente ofrece más retorno que un libro de Dostoyevski.
La influencia y sus responsabilidades
La responsabilidad de una figura pública con millones de seguidores es enorme. Al trivializar la lectura, Pombo envía un mensaje problemático: que lo profundo es prescindible, y que la cultura puede ser reemplazada por likes y comentarios rápidos.
Su influencia podría haberse convertido en un vehículo para promover hábitos intelectualmente saludables. En lugar de eso, refuerza la idea de que lo superficial es suficiente, un recordatorio de cómo la fama puede a veces convertirse en un arma de desinformación masiva.
No todos deben amar los libros, por supuesto. La diversidad de gustos es natural. Pero promover activamente la desestimación de la lectura es otra cosa: es equiparable a un nutricionista que recomienda una dieta solo de bollería industrial. Una irresponsabilidad con efectos potenciales en la salud cultural de sus seguidores.
En un mundo saturado de información superficial y entretenimiento instantáneo, leer se convierte en un acto de resistencia. Resistir a la inmediatez, a la banalidad, a la distracción perpetua. La lectura permite cultivar la paciencia, la concentración y la crítica; Pombo parece preferir la gratificación instantánea de un meme viral.
Reflexiones finales
María Pombo posee un poder enorme: el de modelar comportamientos. Podría haber elegido inspirar a sus seguidores a descubrir el placer y los beneficios de la lectura. En cambio, optó por la banalización, contribuyendo a una narrativa que prioriza la forma sobre el fondo.
La lectura no es solo un pasatiempo; es un antídoto contra la ignorancia, un ejercicio para el cerebro y un vehículo de empatía. Negar sus beneficios, especialmente desde un altavoz global, es más que una simple opinión: es un descuido peligroso de la influencia.
La ciencia es clara: leer mejora la salud mental, la cognición y la comprensión social. Ignorar estos hechos no es solo negligente, sino un acto que perpetúa la cultura de la superficialidad, donde la información se mide en cantidad de seguidores y no en calidad.
Pombo, como cualquier figura pública, tiene la obligación ética de considerar el impacto de sus palabras. Al trivializar la lectura, contribuye a un paisaje cultural donde lo profundo se devalúa y la apariencia lo domina. Y en un mundo ya saturado de espectáculo y vacío, este es un lujo que la sociedad no puede permitirse.
En conclusión, leer no es solo entretenimiento: es una herramienta esencial para comprender el mundo, crecer como individuo y conectar con los demás. Al rechazarla públicamente, María Pombo se priva de esos beneficios y, lo que es más grave, priva a sus seguidores de la oportunidad de descubrirlos. Que la influencia se use para el espectáculo es inevitable; que se use para cultivar la mente, es opcional. Pero la historia juzgará cuál camino tomó esta influencer.